
Sebastián Godinez Rivera
Mucho se ha escrito sobre los actuales mandatarios americanos ya sea por su militancia, formación, escándalos de corrupción e ideología. Sin embargo, hay una variable que no se le ha tomado tanta importancia y es su edad. En algunos casos hablar de longevidad o juventud de los ejecutivos se presta a la descalificación y a críticas de la toma de decisiones
Sin embargo, la edad sirve para explicar el por qué casi no existen mandatarios jóvenes sino que la mayoría se encuentra en el intervalo de los 70 años como límite superior y los 50 como el inferior. Si bien son adultos formados y con trayectorias en la política, despierta cuestionamientos que son liderazgos que no han salido de la escena política en los últimos 20 años. Más de dos décadas sin un retiro formal habla de una crisis en los liderazgos y en la incursión de la política por parte de los jóvenes.
La vejez y las élites
En la filosofía clásica, los pensadores griegos como Platón argumentaba que la mejor forma de gobierno era una monarquía encabezada por un Rey viejo que contaba con un gran conocimiento. Éstas visiones dan un panorama sobre la importancia de los adultos mayores en la política; cabe destacar que estas apreciaciones no siempre cumplen con el debe ser, puesto que la realidad modifica e instala otras condiciones sobre los líderes.
En el caso latinoamericano esta condición de que hombres y mujeres entre los 60 y 70 años continúen ejerciendo el poder se debe a la falta de liderazgos y la rotación de élites dentro de los partidos políticos. Analistas como Gaetano Mosca o Wright Mills crearon la teoría de las élites, la cual tiene como principal precepto que una persona o un grupo mantenga el poder. No obstante, hacen hincapié en que es necesario que cada cierto tiempo haya una rotación para mantener la estabilidad, evitar pugnas y abrir la puerta a cambios graduales.
En este tenor, los liderazgos como Lula Da Silva de Brasil, Evo Morales en Bolivia; el expresidente y la exvicepresidenta Alberto Fernández y Cristina Fernández; Nicolás Maduro en Venezuela; Daniel Ortega en Nicaragua; Andrés Manuel López Obrador en México; Miguel Díaz-Canel en Cuba; o Xiomara Castro en Honduras. Ya sea por las particularidades de cada régimen, sean democracias o autocracias, así como la consolidación de liderazgos carismáticos que a su vez personalizan el poder.
En el caso de los regímenes democráticos como Brasil y Argentina los mismo personajes políticos han ocupado la presidencia o cargos en el gabinete desde inicios de este siglo. Los liderazgos de Lula y Cristina Fernández fueron vistos como las únicas figuras que podían hacer frente a la oposición, en consecuencia, no se formaron nuevos cuadros y las élites partidistas se incrustaron en el poder. Cuando perdieron sus partidos no asimilaban las derrotas, pero tampoco impulsaron nuevos rostros que fueran atractivos para la población.
Por otro lado, los países que han transitado hacia la hibridación como Honduras y México encabezados por Xiomara Castro y Andrés Manuel López Obrador han moldeado la política de sus naciones a su imagen y semejanza. En el caso hondureño, la hoy presidenta ha estado en el escenario político desde que su esposo, el entonces ejecutivo Manuel Zelaya fue destituido en 2009. Castro encabezó la resistencia contra Juan Orlando Hernández, formó su propio partido (Libertad y Refundación) y en 2022 se convirtió en la primera mujer en encabezar el país.
Más al norte en México López Obrador ganó la presidencia en 2018 con un discurso antisistema y promocionándose como un outsider. No obstante, AMLO ha estado inmerso en la política mexicana desde los años 80 cuando era priísta; en 1989 tras la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) se alineó a sus filas y se volvió un rostro relevante de la política mexicana. Contendió dos veces por la presidencia, 2006 y 2012, pero no fue hasta 2018 cuando alcanzó la principal magistratura del país. Ahora que ejerce el poder, se ha caracterizado por impulsar políticas que caracterizaron al llamado nacionalismo revolucionario y la economía cerrada.
También existe una categoría de sistemas autoritarios en los cuales la enquistación de un presidente ha limitado la rotación de élites, en consecuencia, se ha convertido en el sostén del autoritarismo. Ejemplos son Cuba con Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega en Nicaragua, Bolivia con Luis Arce y Evo Morales y Nicolás Maduro en Venezuela; debido a la falta de pluralismo y al hermetismo del sistema político. El chavismo desde 1999 no ha soltado el poder; tras la muerte de Hugo Chávez fue relevado por Nicolás Maduro quien siempre fue un seguidor leal del Comandante.
Desde su llegada al poder en 2013, Maduro ha endurecido la presión sobre la oposición y las libertades políticas. No obstante, los comicios del 28 julio podrían generar una alternancia del poder y sacar al chavismo del Palacio de Miraflores. En Bolivia el país ha estado en una disputa entre el presidente constitucional Luis Arce y su antecesor Evo Morales; ambos han cruzado acusaciones sobre la corrupción, la forma en la que se ejerce el poder y el proyecto nacional.
Principalmente ha sido Morales quien se volvió pilar del sistema político desde que asumió el poder en 2006, tras su abrupta salida en 2020 se ha negado al retiro. Al contrario, pretende incidir en su partido Movimiento al Socialismo (MAS), en el gobierno y en las organizaciones sociales. Este es uno de los casos particulares donde un líder impulsa la disputa por el poder en aras de no desaparecer del escenario político.
Asimismo, en Nicaragua la llegada de Daniel Ortega al poder y sus constantes reelecciones han sido la razón por la que no ha habido alternancia. El gobierno de un exguerrillero que prometió mejorar la democracia y combatir la pobreza, ahora se ha enquistado en el poder bajo un manto revolucionario que se asimila más a la dictadura de Somoza. Desde 2006 hasta la fecha, Ortega no ha soltado el poder y difícilmente lo hará por la vía pacífica; su envejecimiento en la silla presidencial es el único cambio que percibe la nación.
En el Caribe, Miguel Díaz-Canel es el heredero de la dictadura castrista que ha gobernado la isla desde 1959. Si bien es el rostro de Cuba ante el mundo, el Consejo de Ministros es encabezado por el expresidente Raúl Castro Ruz, hermano del fallecido Fidel Castro. La dictadura caribeña no permite la aparición de otros partidos, de oposición o críticas de la sociedad. Al contrario, la única voz válida es la del líder autoritario quien vestido de ropajes revolucionarios habla de una continuidad y la defensa del socialismo. Díaz-Canel es el primer presidente nacido después de la revolución y ha sido formado por el castrismo a su imagen y semejanza.
Nuevos liderazgos, pero no tan jóvenes…
En este apartado abordaré otro tipo de liderazgos que se encuentran encabezando varios países ya no son tan jóvenes incluso se encuentran en el rango de edad señalado (50-60 años), pero se caracterizan porque han surgido de las filas opositoras. Ahora bien, estos presidentes no necesariamente han tenido una relevancia dentro de la política, entendida como un fortalecimiento o formación de perfiles más jóvenes.
En este apartado se encuentran ejecutivos como Raúl Mulino de Panamá; Bernardo Arévalo de Guatemala, Rodrigo Cháves de Costa Rica, Javier Milei de Argentina, Gustavo Petro de Colombia, Dina Boluarte del Perú, Luis Abinader de República Dominicana, Luis Lacalle Pou de Uruguay, Chan Santokhi ejecutivo de Surinam e Irfaan Ali mandatario de Guyana.
Algunos de ellos llegaron a la primera magistratura por medio de partidos políticos nuevos como el Partido Revolucionario Moderno (PRM) de Luis Abinader; el Pacto Histórico con Gustavo Petro; y la Libertad Avanza de Mieli. La formación de institutos políticos nuevos abrieron la puerta a estos liderazgos, no obstante, la prueba central para los partidos será si cuando sus líderes dejen el poder y se retiren, estos se consolidarán como opciones políticas y ya no como vehículos personalistas o sustentados en un líder.
También encontramos a mandatarios de avanzada edad que han tenido trayectoría en el gobierno y han logrado consolidar su imagen. Esto no implica que haya una rotación de élites, sino que estos pertenecen a ella y han sido designados para contender por los cargos. Muestra de ello son el costarricense Rodrigo Cháves, Raúl Mulino de Panamá, el guatemalteco Bernardo Arévalo y el uruguayo Luis Lacalle Pou. Estos personajes han trazado su carrera profesional en diversas aristas del gobierno lo cual les ha dado visibilidad
A diferencia de una personificación del poder, estos se han formado dentro de otros gobiernos, por lo tanto, se han acercado a la élite política lo cual los hace integrantes de este sector. En otros casos, los antecedentes familiares como los de Arévalo les dota de mayor visibilidad (su padre fue presidente de la república en los años 40). Mientras que en los casos de los mandatarios de Guyana y Surinam su reciente historia democrática consolida a los liderazgos que surgieron en los albores de la democratización.
Los más jóvenes
Para finalizar este texto, solo hay cuatro presidentes que se encuentran por debajo de los 50 años; los mandatarios Santiago Peña de Paraguay, Nayib Bukele de El Salvador, Gabriel Boric de Chile y Daniel Noboa de Ecuador. A excepción del ejecutivo paraguayo, los otros presidentes mencionados alcanzaron el poder debido a la formación de sus propios partidos, utilizaron retóricas antisistema y agresivas contra los políticos tradicionales y su manejo de las redes sociales. La única forma en la que liderazgos jóvenes han podido ascender a la política debido a la formación de sus propios partidos; esto como respuesta a la inconformidad de que las élites impiden el ascenso de liderazgos que aspiran a la modernidad.
