Sebastián Godínez Rivera

El calendario electoral alemán comienza a configurarse, de acuerdo al Canciller Olaf Scholz acordó con su gabinete que los comicios se celebren el 28 de septiembre de 2025; si bien, aún no es un hecho, porque el presidente de la república, Frank-Walter Steinmeier aún debe aprobar la fecha. Lo cierto es que los partidos políticos comenzarán a posicionar candidatos y la arena política comenzará a calentarse.

El dirigente de la política interna alemana ha declarado sus intenciones de contender nuevamente por el liderazgo del Partido Socialdemócrata (PSD) y entonces buscar la reelección. De acuerdo a algunos sondeos, su instituto tiene un 13.2% de intención de voto y Scholtz aparece en el séptimo lugar en un ranking de evaluación de los políticos. Si bien, es premeditado, lo cierto es que Alemania vive un proceso de reacomodo político luego de que Angela Mekel gobernó por 16 años el país.

Desde 2010 Sholz se convirtió en un político pragmático que se ha alejado de las políticas izquierdistas del PSD y se ha identificado con el ala conservadora. Esto le permitió ser Ministro del Trabajo (2007-2009); Ministro de Finanzas (2018-2021) y Vicecanciller (2018-2021). Su ascenso en la política se debió a su capacidad de resolver problemas en la administración pública, por ejemplo, durante la pandemia de Covid-19 se dedicó a romper con la política económica de ahorro y contrató deuda para evitar que Alemania cayera en recesión.

El país europeo ha perdido liderazgo y predominancia en el concierto internacional, lo cual es un fenómeno normal en regímenes parlamentarios. La eterna discusión entre presidencialismo y parlamentarismo nunca termina; históricamente se pensó que los segundos no eran propensos a adquirir tintes personalistas como ocurre con los primeros. Al contrario, en la discusión politológica se creía que los regímenes parlamentarios debido a su ADN eran inmunes a la personificación del poder, siempre y cuando sean democráticos.

No obstante, los estudios de caso en diversas partes del mundo la realidad ha demostrado que la teoría estaba equivocada. El actual caso alemán puede ser visto desde las anteojeras que Angela Merkel dotó de personalismo al sistema político, entendido, como que ha marcado una largo periodo dentro de la historia debido a sus acciones de gobierno. Es importante no confundir la personificación del poder, como ocurre en casos de las democracias iliberales con Viktor Orbán en Hungría o el presidente polaco Andrzej Duda.

Merkel se convirtió en la primera mujer en ser Canciller de Alemania y a lo largo de 16 años estableció un estilo personal de gobernar sustentado en el diálogo, el europeísmo, la democracia y la pluralidad. Conformé pasó el tiempo y producto de sus reformas económicas, políticas y en el exterior, logró catapultar a su país como el corazón de Europa para la política continental. Esto no quiere decir que Merkel acumuló poder y moldeó el sistema hacia una suerte de autocracia, sino que se hace referencia a su papel de canciller.

Para un personaje como Scholz que apenas ha ejercido el poder periodo parece que le ha costado trabajo posicionarse como una figura relevante en el plano geopolítico. La guerra de Ucrania, el conflicto entre Israel y Palestina y el ascenso de la derecha nacionalista en Europa son eventos que pudieron posicionar su imagen ante la opinión pública, sin embargo, parece que esto ha pasado desapercibido.

Incluso me atrevería a aseverar que la dificultad para posicionarse se debe al fin de la era Merkel; en consecuencia, Scholz ha tenido que enfrentar a un país marcado por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el merkelismo. Ahora bien, un político como el actual canciller, no es un líder carismático en términos weberianos, sino que su legitimidad está sostenida en los resultados del gobierno; es decir, su perfil corresponde a un burócrata o a un perfil técnico.

Mientras tanto, habrá que esperar a cómo se comienza a mover el tablero político europeo y las fuerzas internas de Alemania, aunque aún es precipitado diversos factores pueden modificar la correlación de fuerzas. Un país que no ha perdido el liderazgo, pero que pareciera que ha asumido un bajo perfil y a esto se suma el crecimiento de Alternative für Deutschland, el partido de extrema derecha que intenta seducir al electorado y derrotar a los partidos tradicionales.

En las elecciones europeas su partido sólo obtuvo el 14% de los votos, frente al 30% de los conservadores; la gente castigó al gobierno de Scholz formado por socialdemócratas, liberales y verdes. El canciller deberá analizar su mandato y el desarrollo de la política interna,  ya que su partido no ha tenido un crecimiento relevante, aunado a que Alemania ha perdido relevancia en el entorno internacional.

Algunos diarios como Le Grand Continent han mencionado que Alemania es el corazón enfermo de Europa, debido a la falta de astucia del canciller para impulsar el crecimiento económico y el auge del discurso populista. Al contrario, Alternative por fur Deutschland sigue ganando popularidad frente a un gobierno que no ha podido abrir uno nuevo capítulo en el escenario de las izquierdas europeas.

En conclusión, el entorno alemán no es el más propicio para que la izquierda siga gobernando, pero Scholz tampoco ha sido una persona que destaque por hacer que Alemania recupere su papel central en el concierto europeo. Pensar en la reelección bajo una administración que ha pasado desapercibida es un despropósito porque Scholz y su partido han tenido un llamado de las urnas que no es positivo, al contrario es una llamada de atención. Aunque aún falta para 2025, lo cierto es que el futuro de los socialdemócratas no es alentador.