Sebastián Godínez Rivera

El politólogo polacoamericano Adam Przeworski ha declarado que las “hoy las democracias mueren paso a paso, por eso no hay reacción popular”; en el pasado la ruptura del sistema democrático se daba de forma abrupta, lo cual generaba que las oposiciones y la ciudadanía fuera resilientes a los nuevos actores políticos. Sin embargo, hoy los autoritarios llegan al poder por la vía electoral y desde ahí intentan dinamitar los pesos y contrapesos.

Algunos sectores se muestran resilientes al ascenso del autoritarismo, pero este no es lo suficientemente fuerte para confrontar a las mayorías. El neoautoritarismo, se ha vestido con ropajes de democráticos, en aras de seducir a la población; por eso se dice que la gente debe resistir ese canto de las sirenas. En referencia a la mitología griega, en el que los marinos se adentraban en el mar y morían por la belleza y el canto de las sirenas; lo mismo ocurre con los nuevos autoritarismos.

Con supuestas reformas democráticas, con discursos populistas que homogenizan al grosso de la ciudadanía y con una visión confrontativa frente a las instituciones que buscan mantener su autonomía. El respaldo al autoritarismo proviene de diversos sectores que están insatisfechos con la democracia debido a que esta no se ha traducido en crecimiento económico, en políticas públicas efectivas, en seguridad y bienestar. Con la llegada de la democracia a los países que vivían bajo autoritarismos o gobiernos militares, la gente pensó que sus problemas se arreglarían, pero no fue así.

A la democracia se le agregaron diversas dimensiones que no necesariamente son elementos de esta; desde la Ciencia Política se optó por hablar de las transiciones, la construcción de nuevas instituciones, la división de poderes y el control de gobierno, sin embargo, se olvidó hablar de la capacitación de la ciudadanía para dotarla de civilidad democrática, valores que defendiendan el pluralismo y una concepción del cuidado institucional para que el sistema se mantenga.

Ese trabajo no se hizo, la transición no formó demócratas que procuran las instituciones, la división de poderes o defiendan el pluralismo. Además, la ciudadanía tampoco se interesó por construir nuevos perfiles democráticos que se adaptaran a los nacientes sistemas plurales. El eje central del problema es que coexisten estas dos visiones, los vestigios del autoritarismo y la semilla de las y los demócratas.

Por eso, la llegada de políticos autoritarios reactiva lo que ha coexistido desde hace más de 30 años con la democracia; esa es la razón por la que los populistas y autoritarios tienen tanto éxito. A pesar de que algunas voces advierten de los riesgos que puede conllevar la implantación de ciertas agendas de gobierno. La estridencia de la academia y la tecnicidad son silenciados por el clamor y la linchamientos de quienes se autoperciben como la encarnación del pueblo.

La realidad en Latinoamérica es que no hay un grosso de la población que defienda la democracia, porque nunca se dotó de estos valores a la ciudadanía. Este es uno de los grandes pendientes de la transición a la democracia; tras el regreso de los autoritarios esto solo se reactivó.