
Sebastián Godínez Rivera
Los politólogos Michael Meezy, Nelson Polsby y Phillip Norton se dedicaron a estudiar a los parlamentos del mundo en diversos momentos; esto marcó un parteaguas en los estudios parlamentarios. Los congresos tienen la facultad de aprobar, modificar o rechazar leyes y en la teoría muchos de ellos al ser otro poder, debe servir como contrapeso al Ejecutivo y Judicial.
En un primer punto, Meezy propuso que el desempeño de los congresos puede medirse a través del policy making power, es decir, de la capacidad del congreso para fungir como contrapeso y es por eso que existen tres categorías. La primera versa en si estos congresos aprueban iniciativas, pero no se discuten o el diálogo es mínimo; su comportamiento puede deberse a diversos factores, sin embargo, si un congreso solo sanciona y no discute, demuestra la poca capacidad que tiene aunado a que no se concibe como un contrapeso en el sistema político.
En la segunda categoría, encontramos un punto intermedio, en el cual el parlamento tiene la capacidad de modificar leyes y discutir bastante, luego entonces, es un congreso que puede establecer control sobre la labor legislativa. Este rubro refiere no a un modelo ideal de los congresos, pero muestra que tienen la fuerza y las herramientas para medianamente cumplir con sus funciones.No obstante, todavía existe una tercera categoría, la cual podría catalogarse como la ideal.
Por último, tenemos a los legislativos que discuten mucho y tienen la facultad de aprobar, rechazar y modificar iniciativas. Esta última, no solo conjunta las funciones con las que debe cumplir un congreso, sino que a esto se suma la concepción propia del parlamento como un poder que es un contrapeso a los otros. Empero, esto puede variar debido a las diversas condiciones sociales e históricas de cada país, por ejemplo, en las denominadas democracias consolidadas del mundo, Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Alemania esto es muy común.
No obstante, en otras latitudes como América Latina o Asía, los congresos tienen a funcionar a través de otras dinámicas de poder. Ahora bien, para ejemplificar abordaré el caso de la Cámara de Diputados de la LXVI Legislatura, la cual acaba de iniciar funciones y se ha apurado para aprobar la reforma judicial. En la cual existe una mayoría oficialista en la que la oposición se ha visto superada y tiene forma de frenar ningún tipo de iniciativas; mientras que Morena sólo aprueba lo que les envía el presidente y no modifican o como se dice coloquialmente, no le mueven ni una coma.
La actual legislatura se encontraría en la primera categoría de Meezy, puesto que no se ha procurado el diálogo, ni la construcción de consensos con otros grupos parlamentarios. Al contrario, pretende imponer su voluntad argumentando que 36 millones de votos le dieron la mayoría, por ende, no tienen que discutir. Además, Morena no busca cambiar las iniciativas o ejercer su papel de contrapeso, sino que aprueba en respaldo al presidente en turno.
Ahora bien, Nelson Polsby también aportó otros elementos para analizar a los parlamentos, por ejemplo, la legitimidad de estos en varias naciones. Hablar de legitimidad implica estudiar a los perfiles que ocupan una curul y las funciones que cumplen, es decir, que actúen o que cumplan con un mandato. Este politólogo se dedicó a viajar y visitar varios congresos del mundo, en los cuales encontró que los parlamentos en los regímenes democráticos fungen como contrapeso y legitiman las decisiones a través del debate, modificaciones e incluso rechazo de iniciativas.
También presenció que en sistemas autoritarios como Brasil durante la dictadura de los años sesenta, el parlamento no fue cerrado, sino que se llenó de legisladores afines a los militares y los presidentes en turno. La función de estos solo era aprobar las leyes y no modificarlas, pero esto las dotaba de un aura de legitimidad, puesto que formalmente existía un parlamento que legisla; no obstante, en la realidad este no contaba con independencia del ejecutivo o las fuerzas armadas.
En este tenor, la LXVI legislatura de las diputaciones federales sería de un congreso que legitima la agenda presidencial, pero que no necesariamente se comporta de una manera democrática, es decir, cambia de sedes de última hora, aprueba al vapor iniciativas y no reconoce a la oposición como un factor de construcción de acuerdos. Nadie cuestiona la legitimidad de los votos que sus integrantes obtuvieron, pero si se cuestiona su nulo interés por debatir o analizar.
El congreso mexicano actual ha optado por prácticas antidemocráticas que no abonan a la estabilidad, que si bien, cumplen con su función legislativa, no lo hacen por contrapeso. Específicamente, han renunciado a su papel de contrapeso como propone la teoría, pero esto se debe a la historia política de México. Las relaciones presidente-congreso responden a que cuando el ejecutivo y las mayorías pertenecen a un partido, existe gobierno unificado, es decir, solo buscan sacar adelante la agenda presidencial.
No obstante, si la oposición tiene uno y el oficialismo otro, entonces hay un gobierno dividido; en este caso el congreso tiene mayor fuerza para frenar iniciativas. Es importante concebir donde estamos y el papel que cumplirá la Cámara de Diputados a lo largo de este mes y el nuevo gobierno los próximos 3 años. Como podrá darse cuenta el lector no abordo al Senado de la República ya que no ha iniciado labores, pero ya lo hará en esta semana.
