Sebastián Godínez Rivera

El oficialismo insiste en promocionarse como que la democracia nació en 2018 con la llegada de López Obrador y se profundizará con el gobierno de Sheinbaum. Insisten en establecer una falta retórica de que sus reformas como la del Poder Judicial, la electoral o la desaparición de los Órganos Constitucional Autónomos. Sin embargo, esto no es democracia, sino autoritarismo disfrazado.

Morena insiste en considerarse como la semilla de la democracia mexicana, pero no lo es, ya que en la concepción analítica esta es más que un liderazgo o un partido. Tampoco debe entenderse esta de forma simplona como “el poder del pueblo” o “el gobierno del pueblo y para el pueblo”. Este concepto es más complejo e involucra diversos elementos como lo electoral, la división de poderes, la ciudadanía, coexistencia de mayorías y minorías, derechos humanos, pluralismo entre otros.

Sobajar este concepto a una visión del pueblo es incorrecto, porque con esta palabra se busca eliminar la heterogeneidad de cada uno para consolidar una sociedad homogénea. Los populistas utilizan la palabra pueblo para referirse a sus seguidores y erigirse como voz y encarnación de estos. Mientras que quienes no les respaldan son enemigos o adversarios de lo que ellos representan.

El morenismo ha difundido hasta el cansancio que ellos emulan la democracia y que con su llegada esta se hizo verdadera. Es falso. La visión con la que gobiernan para someter al Poder Judicial, autoridades electorales e instituciones que les han hecho pasar momentos incómodos, no es nada democrático.Tampoco lo es que impongan su voluntad, bajo el argumento de que 36 millones votaron por ellos; al contrario, como dicen Ziblatt y Levitsky esa visión impone la dictadura de la mayoría.

Asimismo, politólogos como Larry Diamond, Javier Corrales, Juan Linz, Pippa Norris y Lijphart han abordado que el pluralismo es parte esencial de la democracia. Además, postulan que esto es necesario, ya que una sociedad está plagada de una diversidad de ideas que pueden ser aglutinadas para conformar un programa político, pero nunca para instaurar un pensamiento único.

En México esto es lo que intenta Morena, sin embargo, difícilmente lo logrará, ya que la diversidad solo es sofocada en los regímenes totalitarios. No obstante, en México hemos transitado hacia la hibridación de éste, lo cual significa que existen elementos autoritarios y democráticos. El lopezobradorismo y el claudismo insisten en reducir la democracia a una visión electoral, la cual ya no es procedente para los tiempos que vivimos; esta visión fue dejada en el siglo pasado.

Incluso la democracia electoral implica otra serie de condiciones para que los comicios sean considerados limpios como: integridad, autoridades autónomas, universalidad del sufragio, libertad de elección, comicios competidos, diversos medios de información. No solo es acudir a la urna como pretende el oficialismo. Esto está normado a nivel internacional y deben cumplirse con estas medidas; nación que no las cumple, por ende, no es democracia.

Sus intentos para someter la pluralidad y la independencia de instituciones que no se someten a su voluntad. Dinamitar al máximo tribunal, las universidades, la academia y Órganos Constitucionales Autónomos. La pandilla oficialista quiere colonizar o eliminar esos contrapesos porque limitan el poder absoluto que quieren concentrar.

El respaldo popular no les da ningún derecho para adueñarse del país porque 36 millones de votos les dieron una victoria en las urnas. Lo cual no es suficiente, ya que en un país de 130 millones de habitantes, sólo representan una tercera parte. La democracia no es esta visión maniquea o pervertida que presenta Morena. Todos sus defensores en el ejecutivo, legislativo, el partido y en la calle han pervertido el contenido del concepto para justificar el autoritarismo.