Sebastián Godínez Rivera

En 1962 el presidente John F. Kennedy dijo “América Latina ha visto elecciones fraudulentas, pero nunca como las de Haití” para referirse a los comicios en los que Francois Duvalier se hizo con el poder. Hoy en pleno siglo XXI y a 63 años de distancia, la misma frase puede ser utilizada para referirse a Venezuela. En 2024, las elecciones más complejas de la historia, dieron como ganador a Edmundo González Urrutia, candidato de la oposición, de acuerdo a las actas que recabó la oposición.

El gobierno de Nicolás Maduro que se ha encargado de someter a las instituciones del Estado a su voluntad, optó por tensar la liga política y concretar un fraude electoral para mantenerse en el poder. Como describen varios politólogos en el mundo, los autoritarismos competitivos según Steven Levitsky, Lucan Way, Andres Schedler o Javier Corrales han caracterizado a estos regímenes.

Si bien, no son democracias en su esplendor, tampoco son autoritarismos plenos sino que se encuentran en un limbo político y en cualquier momento pueden transitar a cualquiera de los dos extremos. Ahora bien, lo que ha venido sucediendo en Venezuela, se debe a la cooptación del órgano electoral, la ideologización del Estado y el moldeamiento de la voluntad de un solo hombre. Hasta la fecha el oficialismo no ha presentado los documentos que avalen la victoria de Maduro lo cual ha levantado mayores sospechas en el mundo y han cuestionado su legitimidad.

Como ocurre en varios sistemas no democráticos, la sociedad se movilizó para defender su voto, pero esta ha sido reprimida; la comunidad internacional ha presionado económicamente; mientras que el candidato ganador y la líder de la oposición, Maria Corina Machado, han llamado a movilizarse en este día. El panorama es incierto, puesto que varios líderes del mundo han sido excluidos de la ceremonia en la cual Maduro aspira a mantenerse en el poder.

Más allá de lo que se pueda citar por parte de la opinión pública, lo cierto es que existen otros grupos que sostienen a Maduro y que difícilmente permitirán una transición. Desde la élite militar representada por Diosdado Cabello; las organizaciones sociales que lo mantienen y respaldan el chavismo, pasando por el grupo de jueces alineados con su esposa, Cilia Flores, grupos de poder como empresarios, células criminales y su dependencia de otras naciones como Cuba, Nicaragua o Rusia por mencionar algunas.

El entramado de grupos es tan amplio que podría decirse que Maduro es rehén de ellos (esto no evita su responsabilidad) puesto que en su momento negoció con ellos para consolidar su poder. Los estudiosos de las transiciones a la democracia como Whitehead, Schmitter, O’Donnell, Freidenberg o Storch sostienen que estas se dan cuando la élite da paso a la democratización y puede darse por la vía interna o externa como ha ocurrido en otras latitudes.

Hasta el momento la lucha por la integridad del sufragio es lo que ha movilizado al chavismo y la oposición, sin embargo, estas reacciones no son suficientes para dar paso a un cambio político. Al contrario, la estructura del Estado y sus actores intentarán sostenerla hasta que un sector la suelte o permita el cambio; mientras tanto, todo lo que ocurra el día de hoy podría abonar o no a la germinación de la democracia o el afianzamiento del autoritarismo.

Las transiciones no se dan por arte de magia, sino que implican acuerdos que den certeza a los actores políticos que no habrá persecución y garantía de una salida pacífica. Si se da un estallido social, la historia nos ha demostrado lo que ocurre; sino veamos el ejemplo de Siria y la caída de Bashar Al Assad, el derrumbe de Gadafi en Libia en 2011 o las revoluciones árabes que se dieron entre 2010 y 2015 en el Oriente Medio. Venezuela es uno de los ejemplos donde el voto venció al autoritarismo, pero no habrá traspaso de poder.

Las lecciones del 10 de enero deberán ser revisadas con cuidado y desde la cientificidad, sin embargo, lo que ocurra sin duda serán lecciones para las naciones autoritarias del mundo y la propia Venezuela. La Ciencia Política nos permite entender el desarrollo, ascenso o caída de gobiernos, regímenes y hasta personajes, pero todo de hace a la luz el microscopio político.