
Sebastián Godínez Rivera
Groenlandia ha cobrado relevancia en la opinión pública debido a las amenazas de Donald Trump, quien ha insistido en la necesidad de comprarla para garantizar su seguridad. Esta isla que es la más grande del Aŕtico, tiene el estatus de un territorio de DInamarca; no es un protectorado, no es una colonia sino un territorio autónomo, en decisiones internas y monetarias, pero en política exterior y de seguridad responde a Dinamarca.
Groenlandia al igual que las Islas Feroe son territorios autónomos ligados a la corona danesa, sin embargo, el primero ha sido objeto de ataques y embates por parte del ejecutivo estadounidense. La relevancia de sus comicios reside en que las posturas independentistas han ganado terreno, frente a un gobierno de izquierda desgastado por el propio ejercicio del poder.
El 21 de junio de 2009 entró en vigor la Ley de Autogobierno de Groenlandia, la cual regula la relación del territorio con Dinamarca. Dentro de esta se establece que la corona mantendrá la potestad en temas como la Constitución, la nacionalidad, el Tribunal Supremo, la política exterior, de defensa y de seguridad, así como la política cambiaria y monetaria.
Esta isla cuenta con sistema parlamentario, es decir, quien gana la mayoría de los 72 escaños del congreso tiene el derecho a formar gobierno o en caso de no lograr un triunfo absoluto, se forma una coalición. Groenlandia no escapó al fenómeno mundial de que los oficialismos están perdiendo el poder; el Partido Demokraatit de centro derecha se convirtió en la primera fuerza con el 30% de los votos, seguido de Naleraq que obtuvo el 24%.
La relevancia de que estos institutos políticos hayan ganado se debe a la presión que ha ejercido Trump, pero también a los ánimos independentistas de las islas. Es interesante contraponer a Demokraatit y Naleraq; el primero, pugna por la independencia de forma lenta, mientras que el segundo, aspira a un proceso rápido. Como podemos ver, ambos institutos que estaban en la oposición aspiran a la independencia, sin embargo, hay diferencias más profundas.
Los liberales (Demokraatit) se identifican con la centro derecha y rechazan cualquier tipo de injerencias en la isla por parte de Trump. Durante la campaña electoral su líder Jens Frederik Nielsen declaró que exigen respeto a Groenlandia y que no están en venta. Además, postula que una independencia a mediano plazo es posible, pero debe haber una negociación, deliberación y balance de la economía.
Por otro lado, Neleraq es catalogado como un partido populista, pero no se engloba en el mismo grupo que la derecha autoritaria que tiene lugar en Europa y América. Al contrario, su principal propuesta es la independencia, pero ha adoptado una postura de acercamiento a Trump; de hecho su dirigente actual, Pele Broberg, insiste en que una independencia rápida le permitiría negociar con Estados Unidos y acercarse a Trump.
Nerelaq podría ser catalogado como un partido populista-autonomista, porque aspira a construir una identidad groenlandesa. Por esto, este tendría mayor relación con organizaciones como la Generalitat de Cataluña; Vlams Belang de Flandes; o el Partido Nacional Escocés. Cabe destacar que esta rama de populismos se caracteriza por la separación y no la integración como ocurre en América Latina.
Si bien, todos los partidos han cuestionado las declaraciones de Trump, ha siso Nerelaq quien ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que Groenlandia firme un acuerdo de libre asociación, como es el caso de Puerto Rico.
Ahora bien, independientemente de que dos fuerzas opuestas hayan logrado votaciones históricas, hay otro fenómeno que se ha configurado y es que se ha roto con el gobierno bipartidista que apareció desde 1979. Quiero ser cuidadoso con este concepto porque no me refiero a un sistema de partidos bipartidista como el modelo de Westminster en Reino Unido o el bipartidismo perfecto en Estados Unidos. Groenlandia tiene un sistema pluripartidista moderado, es decir, hay cinco partidos que tienen representación en el congreso.
Cuando refiero a la ruptura del bipartidismo en el gobierno, tiene que ver con que los partidos Inuit Ataqatigiit y Siumut se han alternado el poder desde 1979 y en algunos casos llegaron a formar coaliciones gubernamentales. El 2025 es el año que se rompió este modelo y otras fuerzas políticas obtuvieron mayores índices de votación.; sin embargo, como ocurre en los sistemas parlamentarios, la primera fuerza deberá buscar apoyo en otros partidos.
En conclusión, la victoria electoral es solamente el inicio de la formación de un nuevo gobierno, puesto que habrá que esperar al nombramiento de un Primer Ministro surgido de la negociación política. Asimismo, deberá esperarse a la reacción que tenga Donald Trump y sus declaraciones que seguramente definirán el rumbo y la estrategia que determinará el nuevo gobierno groenlandés.
