Ley de Murphy

Por Hugo Mena

Darle nombre a lo que nos destruye, nos ayuda a defendernos

Manuel Vázquez Montalbán

A Ruby Soriano

Foucault hace cincuenta años escribió en Vigilar y Castigar:

El Estado organiza una vigilancia generalizada y constante, que hace que los individuos se sientan perpetuamente observados y se disciplinen a sí mismos

Ahora parece que sus palabras tienen mucho sentido, en recientes fechas desde el oficialismo se han efectuado actos de censura e intimidación desde del poder, algunos usando la figura jurídica de violencia política en razón de género.

Ruby Soriano fue denunciada ante la autoridad electoral por violencia en razón de género, Héctor de Mauleón apercibido por el Instituto Electoral de Tamaulipas por publicar los nexos de una candidata local a juez con el robo de hidrocarburos, Denise Dresser también fue denunciada y la Sala Superior del TEPJF determinó que no había causales para imponer sanciones e incluso dejó estipulados precedentes.

A esto se suma, la disculpa pública dada en el Senado de la Republica a instancia del presidente de la Mesa Directiva Gerardo Fernández Noroña, un acto de humillación pública sin precedentes en México.

El caso más reciente es la denuncia de la Diputada Diana Karina Barrera, contra una ciudadana común por una comunicación en redes sociales, donde se argumentaba que había obtenido la candidatura y posteriormente la curul por la intervención de su esposo el presidente de la Mesa Directiva, Sergio Gutiérrez Luna, actualmente enfrenta un proceso que conlleva una nueva humillación pública; dado que estaría obligada a presentar disculpa y fijarla en sus redes sociales.

Adicionalmente, en el estado de Puebla se ha aprobado una reforma al Código Penal que tipifica como delito el “Ciberacoso”, una conducta que no está de todo clara pero que representa una censura, porque el ciudadano no tiene un parámetro para saber cuándo está incurriendo en dicho delito al realizar una crítica a alguna persona pública en las redes sociales.

Se podría pensar que estos son actos aislados devenidos de rabietas de los políticos oficialistas, que no tienen ningún tipo de relación entre sí, pero en realidad es todo lo contrario, cada uno de estos actos es un pequeño engrane de una maquinaria de terror.

Estos actos individuales permean en la población induciéndola al miedo, si eso le pasa a Héctor de Mauleón o Denise Dresser, seguramente podría pasarme a mí, mejor no me expreso, me autocensuro, no sea que la próxima víctima del Gobierno.

Este es un método de terror, infundido desde el Gobierno que afecta a todos por igual, nos conlleva a tener miedo de expresarnos y protestar; no tenemos quien nos defienda, ante estos hechos individuales las Comisiones de Derechos Humanos, Federal y Estatales han guardado silencio.

La defensa ha provenido de los propios ciudadanos, quienes se suman a las denuncias e incluso patrocinan litigios pro-bono para defender a las víctimas; el poder es asimétrico López Obrador desde el púlpito en Palacio Nacional ofendía diariamente a personas en lo individual “la candidata de las gelatinas” y lo general, insultos plurales como “conservadores o neoliberales”, sin ningún tipo de restricción.

Pero no sea un ciudadano o un periodista porque entonces el poder se le va encima y en la soledad de la ciudadanía no hay forma de defenderse, la historia de David y Goliat no siempre se repite.

Siempre nos queda la literatura para reflexionar, Alexander Solzhetsyn dejó escrito, “la violencia solo puede ser disimulada por la mentira y la mentira solo puede ser sostenida por la violencia”; así nuestro tiempo.