Sebastián Godínez Rivera

En las últimas décadas el surgimiento de regímenes híbridos, nuevos autoritarismos y líderes iliberales ha despertado cierta fascinación por las y los politólogos. De hecho, la transitología, como se conoce en Ciencia Política, se ha convertido en el trending topic o en el tema de moda porque es uno de los más rentables en este momento.

Sin embargo, esto no debería ser visto como un tema de moda que atrae la mirada de los medios de comunicación o da visibilidad en redes sociales. Al contrario, la transitología durante el siglo XX dio a luz a politólogos que hoy son referencia: Guillermo O´Donnell, Laurence Whitehead, Philip Schmitter, Larry Diamond, Samuel Huntington, Juan Linz, Leonardo Morlino, Nancy Bermeo o Steven Levitsky.

Mientras que en el siglo XXI también hay voces destacadas como Pippa Norris, Josep Colomer, Ronald Ingelhart, Daniel Ziblatt o Steven Forti por mencionar algunos. La transitología y el método comparativo han servido para explicar el desarrollo de las naciones y su proceso de democratización; no obstante, la incógnita actual es ¿por qué se está dando una transición hacia la autocratización?.

Es pertinente señalar que muchas voces se enfocan en explicar los cambios en el presente y en el pasado inmediato que han moldeado las nuevas autocracias como Venezuela, Hungría, Nicaragua, Rusia, China, India, o Singapur. Sin embargo, hace falta un análisis más profundo sobre los elementos que dieron paso a que democracias jóvenes volvieran al autoritarismo en un lapso de veinte o veinticinco años.

Naciones que vivieron bajo el autoritarismo socialista durante el siglo XX se democratizaron en los años noventa y en 2010 personajes autoritarios asumieron el poder. Otro ejemplo, es Asia en su totalidad, este continente es el que mayor número de regímenes autoritarios que van desde teocracias como Irán, dictaduras militares como Myanmar, sistemas de partido hegemónico como Singapur, autoritarismos socialistas como Camboya y Vietnam, autocracias como el caso chino o autoritarismos jóvenes como la India.

La transitología también debe estudiar los clivajes y enclaves que han impedido la democratización de varias naciones asiáticas, así como dar una explicación de cómo las pocas democracias han tenido brotes autoritarios. El intento de declarar la ley marcial en Corea del Sur, la debilidad de la democracia en Indonesia o la existencia de un régimen de partido predominante en Japón. En el caso africano, una gama de países con gobiernos militares o presidentes que se han reelegido desde hace veinte años.

En Europa la aparición de partidos y personajes de la derecha radical que cada vez ganan mayor terreno y hasta forman parte de las coaliciones gobernantes. Naciones que fueron catalogadas como democracias consolidadas han tenido brotes de personajes populistas con discursos que permean en la ciudadanía. Partidos como el de la Libertad de Austria, Rassemblement National en Francia, Alternativa por Alemania, Reform UK en Reino Unido, Vox en España o Ley y Justicia en Polonia se han convertido en fuerzas relevantes.

Por último, América Latina que fue de las últimas regiones del mundo en democratizarse, hoy se ha convertido en una de las primeras en regresar a los autoritarismos. Personajes que impulsan el populismo punitivo como Nayib Bukele en El Salvador; tiranos de antaño como Daniel Ortega en Nicaragua; la continuidad del chavismo en Venezuela; autócratas como López Obrador en México; demagogos como Gustavo Petro de Colombia; o cabezas de regímenes híbridos como Dina Boluarte en Perú o Daniel Noboa en Ecuador.

El mundo en el siglo XXI se ha convertido en una gama de autoritarismos y retrocesos democráticos que están esperando a ser diagnosticados y estudiados. Pero estos no pueden ser producto de la moda o del tema del momento; porque en su momento las autocratizaciones transitarán a un nuevo proceso de democratización y muchas voces adoptarán esos tópicos por ser tendencia.

La transitología no puede ser una rama de la Ciencia Política coyuntural, al contrario, implica una formación seria y constante en estos temas, porque como la propia teoría de la transición, los cambios no son eternos. La propia realidad lo ha demostrado, naciones que transitaban a la democracia hoy han recaído en el autoritarismo; las democracia plenas tienen brotes de líderes y partidos iliberales; algunas autocracias han caído y otras se han afianzado.

Es obligatorio que quienes aspiran a ser transitólogos hagan un compromiso con el estudio de los regímenes, partidos y liderazgos. La obligación de abrazar a nuestro objeto de investigación y como si de médicos se tratara, dar seguimiento a la salud del paciente. Por ejemplo, si hay un retroceso qué implica y por qué se ha dado; naciones que son catalogadas como zonas grises o regímenes híbridos ¿cómo llegaron a esto?; otros países están en proceso de liberalización ¿ qué hicieron?.

Las preguntas planteadas con antelación son solo una pequeña muestra de las que deben figurar en los análisis objetivos. Otro elemento que pongo sobre la mesa, es la necesidad de no sesgar o adaptar las teorías al resultado esperado, así como mantener un cuidado riguroso de los conceptos utilizados. Últimamente, las y los políticos, así como en las redes sociales la comparaciones, los conceptos y las teorías están siendo pervertidas, lo cual se traduce en un estiramiento conceptual.

Hoy el mundo necesita de explicaciones sustentadas en la cientificidad y objetividad que generen diagnósticos serios de las naciones y sus componentes. Por eso es importante que las y los transitólogos no sucumban ante la tentación de los reflectores, las pasiones y las ideologías que orbitan a nuestro alrededor. Por eso para concluir este texto, insisto en que la transitología no puede ser producto de modas o tendencias hasta que surja otro tópico que atrape la atención de las y los estudiosos.