Por Ruby Soriano

A un año del movimiento de resistencia emprendido por juzgadoras, juzgadores y trabajadores en defensa del poder judicial en México, Juana está convencida que, a pesar del arribo de una reforma, la resistencia continuará desde los frentes de una sociedad que, como ella, consideran que la justicia debe alejarse cada vez más de la política.

Con 21 años en la carrera judicial y 5 ejerciendo como juzgadora, Juana Fuentes Velázquez quien también lidera la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación (Jufed) se define como una luchadora y mujer de convicciones que defiende su propia congruencia.

Mi nombre es Juana Fuentes Velázquez, soy una mujer que entiende cómo debe ser el poder judicial al que pertenezco.

Lo que hemos vivido a golpe de paso en los últimos meses, me ha permitido fortalecer mi consciencia para entender las exigencias de una sociedad que no debe perder la paz social, sus derechos y el ejercicio de sus libertades.

Tuve claro que eran necesarios cambios estructurales en los poderes de gobierno, judicial y políticos, sin embargo, los costos han sido muy altos, pues sólo hay que ver los riesgos que enfrenta la democracia en nuestro país.

Hoy quiero seguir siendo voz y también ejemplo de congruencia para pensar primero en un país que demanda respuestas colectivas y no beneficios personales. Tenemos que luchar para no perder lo que se había conseguido, porque estamos ante un riesgo inminente de perder nuestras libertades.  

Una niña serrana y vendedora de gelatinas

Juana es una mujer que no olvida Huauchinango, un municipio enclavado en la sierra norte de Puebla donde nació. Ahí vivió una infancia con muchas limitaciones, pero asegura que fue una niña feliz.

El trabajo y el esfuerzo fueron los valores que su padre le inculcó para que con tenacidad pudiera hacer posible las metas que se fue poniendo en la vida.

Vengo de una familia pequeña, pero muy unida. Hoy somos mi madre, mis hermanos, mi sobrina y mi hija. Mi papá ya falleció y fue de las grandes pérdidas que aún me cuesta procesar.

En mi niñez enfrenté carencias, viví en una casa de madera, me tocó usar letrinas. Por eso cuando veo lo que hoy he logrado, asumo que es derivado de mi esfuerzo, nadie me lo regaló, he trabajado para llegar hasta aquí.

Viví en una casa de madera donde se escuchaba el ruido del río que pasaba en la parte baja. Pero esos recuerdos no son de dolor, sino de tenacidad y de lo que mis padres hacían para darnos un mejor sustento.

Mi papá nos contaba que conoció los zapatos hasta los 12 años y cuando pudo trabajar, lo primero que se compró fueron unos huaraches.

Mi mamá a los 12 años cuando terminó la primaria empezó a trabajar para ayudar al gasto familiar, pues mi abuelita sacó adelante a todos sus hijos.

Y como uno de mis grandes recuerdos de los que me siento orgullosa es que al igual de Xóchitl Gálvez, también vendí gelatinas.

Mi mamá las preparaba y yo me levantaba a las 7 de la mañana para empezar la vendimia en un puestecito que poníamos afuera de la casa y donde también preparábamos chayotes hervidos.

Hoy puedo decir que soy fruto de una familia donde me fomentaron la cultura del esfuerzo, gracias a ello, fui la primera de la familia que pudo estudiar una carrera profesional.

Abogada para defender a mi familia

Los recuerdos de la infancia marcan y a veces definen el camino de vida.

Juana recuerda una experiencia que la marcó y determinó su futuro en la abogacía como el eje de su vocación. Y es que dice que la pobreza atrae otros problemas, entre ellos, el poco conocimiento sobre nuestros derechos.

Desde niña tuve la ilusión de ser abogada, aunque ya en la escuela, pensé que podía ser maestra. Las circunstancias de vida me hicieron entender que, al estudiar para abogada, podría ayudar a los demás.

En una ocasión, mi hermano y yo acompañamos a mi papá a recoger su pago al taller donde trabajaba. Él le compró una pelota a mi hermanito, quien empezó a pelotear y accidentalmente le pegó a una señora.

De pronto un policía que conversaba con ella, se acercó a mi hermanito que era un niño, y en tono de regaño le dijo que lo iba a meter a la cárcel.

Ese momento lo tengo grabado en mi memoria porque dije, no puede ser que, a mi hermanito, siendo un niño lo metan a la cárcel.

Mi papá que siempre fue muy justo e intercedía por los demás le reclamó al policía pues no podía decirle algo así a un niño.

Empezó una discusión y terminaron llevándose a mi papá a la comandancia.

En ese momento fue cuando de verdad pensé que yo tenía que ser abogada para defender a mi familia.

Como muchas familias, la de Juana fue de las que buscó que sus hijos siguieran estudiando y ella lo hizo en un CBTIS donde además de prepararse como auxiliar en contabilidad, logró ingresar a la Universidad de la Sierra donde sus buenas calificaciones la fueron impulsando para seguir la ruta que definiría su ingreso al poder judicial.

Mi papá me apoyó con mucho esfuerzo y logré entrar a la Universidad de la Sierra (propiedad de los caciques de la zona, los Jiménez Mrorales) eso me permitió quedarme en Huauchinango. Fue una etapa de mucho estudio y ganas de seguir preparándome.

Lorena Vargas Madrid quien era la rectora de la universidad, me habló de la Universidad Autónoma de Tlaxcala donde se impartía la maestría en constitucional y amparo.

Ahí conocí a dos compañeros que estaban en el poder judicial federal en Pachuca, Hidalgo.

Uno de ellos fue quien me ofreció una vacante de oficial mayor. En esos años, trabajaba como jefa de vinculación en el ICATEP en Huauchinango y me llegó la oferta para irme a otra jefatura también del instituto de capacitación, pero en Puebla.

Mi papá sabiamente me dijo, en el poder judicial tu crecimiento va a depender de tu capacidad en un 90 por ciento. Y en el puesto en Puebla, vas a depender 90 por ciento de las personas que conozcas.  

Acepté irme al Poder Judicial de la Federación y ahí empecé mi carrera en Pachuca.

Tenemos que lograr que la política cada vez esté más alejada de la impartición de justicia.

Los jueces no nacen, se hacen

Desde hace 5 años, Juana Fuentes es jueza de distrito en materia laboral, una responsabilidad que concluirá en el 2027.

En 21 años de carrera judicial, confirma que eligió una vocación de servicio donde siempre tiene en cuenta que detrás de cada expediente, hay vidas y personas que están buscando justicia. 

A pesar de que mi cargo tiene como fecha de vencimiento el 2027, lo estoy disfrutando día a día como si fuera el último. Ponerme la toga, entrar a audiencia y dictar una sentencia, es la satisfacción del deber cumplido.

Hace tiempo me tocó un caso donde corrieron a una trabajadora por faltas injustificadas. Pero al analizar el contexto, la historia cambió.

La trabajadora es madre de un niño con autismo, pero con un coeficiente intelectual superior a 150, es decir, un niño genio al que le otorgaron una beca en Harvard.

La trabajadora avisó a su sindicato que viajaría para acompañar a su hijo, pero su representación gremial no lo notificó a la empresa, ante lo cual fue dada de baja.

Aquí es evidente que la trabajadora tiene un argumento muy bien sustentado y la falla no fue de ella, sino de su sindicato. En este caso estamos buscando que las partes llegue a una conciliación.

Una de las sentencias más complicadas fue la que tuve que dar en un tema de un trabajador acusado por acoso sexual hacia sus compañeras de trabajo. No había pruebas directas, pero sí indicios de que esta persona había acosado a varias personas del área donde laboraba.

Y ahí es donde se ponderan los valores del juzgador, plasmados en una sentencia. Me costó trabajo en lo emocional, porque se tiene que actuar de manera profesional y objetiva.

A pesar que era inminente la reforma, nuestra decisión también fue contundente: “Morir de pie”.

La resistencia de las togas

Ha transcurrido un año de aquel movimiento de resistencia que juezas, jueces y trabajadores del poder judicial emprendieron conscientes de que era una lucha desigual, pues no sólo se enfrentaban a un desconocimiento social, sino a la mano contundente del poder y a una lapidaria aplanadora legislativa.

Sin embargo, antes de que la reforma judicial se consumara, eran varias las críticas en torno a este poder autónomo, al que se le catalogó de elitista y con fallos que había que erradicar.

La jueza Juana reconoce que el poder judicial que hoy se extingue también debió asumir la responsabilidad de trabajar en los siguientes puntos.  

Justicia ciudadana: Hizo falta mayor concientización de los juzgadores para resolver los casos. Hay que recordar que se estaban creando los sistemas de oralidad que permiten tener este acercamiento con la gente.

Justicia pronta y expedita: No es posible que, para reconocer un derecho, se tenga que transitar por un juicio de hasta 6 años. Una justicia tardía, no es propiamente tal.

Carrera Judicial: Hizo falta una escuela judicial con un sistema educativo donde los egresados contaran con bases sólidas en la teoría y práctica.

Corrupción: Tenemos que erradicarla.

Este diagnóstico, definitivamente no queda resuelto con la reforma judicial, que aniquiló a todos los jueces del país.

Finalmente, considero que la Suprema Corte de Justicia de la Nación que no forma parte de la estructura de la carrera judicial, debería tener competencias diferentes para que no se politicen algunos asuntos.

Mucho de lo que llega a la Corte es por una vertiente política. Por ejemplo, el tema de la presunción de inocencia pasa por un tema político, pero lo que tenemos que lograr es que la política cada vez esté más alejada de la impartición de justicia.

La jueza Juana reconoce que el alud de presiones para la aprobación de una reforma judicial los hizo sentir que tenían los dedos en la puerta y que no podían esperar inermes el “tiro de gracia”.

El escenario lucía más que complicado por todo el entramado político, pero era el momento de salir y jugarse la última carta.

Dejo en claro que agotamos todos los canales de diálogo y recurrimos a los mecanismos jurídicos, pero no les importó, porque ignoraron las suspensiones.

Al no encontrar respuesta, fue cuando tomamos la decisión histórica de irnos a las calles.

Los recuerdos están vivos, porque esas voces y esas miradas de mis compañeros, resuenan en quienes creemos en que el país en algún momento, deberá resarcir la autodestrucción de su democracia y autonomías.

Las traiciones nunca se olvidarán y lo digo por todos aquellos que se atrevieron a ponernos en bandeja de plata para que sus intereses personales no se vieran dañados.

En un análisis muy personal, sí creo que a la Suprema Corte de Justicia le faltó valentía para blindarnos y respaldar nuestro trabajo. A final de cuentas, fuimos nosotros los que dimos una gran batalla en las calles.

Una palabra que me motiva todos los días es resistir porque tengo la ilusión que en algún momento nuestro país logre una pacificación.

Morir de pie en momentos sombríos

Como en todo movimiento de resistencia los desacuerdos internos se hicieron presentes.

La Jueza Juana Fuentes hoy dirige la Jufed una asociación que siempre estuvo lideraba por magistrados quienes se encuentran en un escalafón superior.

El contraste y diferencias de opiniones tensó en muchos momentos la comunicación entre los integrantes del poder judicial.

Hubo un momento que la agresión de otras mujeres de nuestro propio gremio me hizo pensar en dejarles la dirección, pues me sentí muy abrumada porque estaba enfrentando golpes de afuera pero ahora también estaban las patadas de propios compañeros y compañeras.

Fue un momento breve, y terminé por entender que no era agresión a mí, sino era consecuencia del enojo, la desesperanza, e impotencia que todos estábamos enfrentando.

¿Cuál fue ese momento que volverías a vivir con la misma emoción?

La tarde que marchamos al Ángel de la Independencia. Había decenas de velas encendidas y fue un momento que me quebró porque sentí un gran compromiso con todos mis compañeros.

Detrás de cada una de esas luces había esperanza y una persona con fe. Supe que, si venía el fracaso, muchas de esas velitas, se apagarían.

La derrota fue consecuencia de todo una aplanadora y brazos políticos que inclinaron esa balanza de intereses y poder.

Nos faltaron más líneas de comunicación para acercarle información a la gente y que pudiera entender la magnitud de lo que se estaba perdiendo.

Hoy mi memoria también se queda con el momento en que entramos al Senado de la República en compañía de esa gran bandera que ondeaba como nuestro único escudo de protección. 

A pesar que era inminente la reforma, nuestra decisión también fue contundente: “Morir de pie”.

El movimiento de resistencia de los juzgadores mexicanos ya es parte de una historia que se tendrá que contar desde diferentes frentes.

Juana se plantea cómo se narrará a los jóvenes dentro de 20 años, esta historia sombría de una reforma que aniquiló autonomías en México.

Intentaría explicarles lo que un día tuvimos en un México donde se defendió la autonomía de un poder judicial. Les contaría que, gracias a esta carrera, tuve la posibilidad de realizarme como profesionista, empoderarme como mujer y enfrentar la pérdida de un hijo que me dio mucha fuerza para ser parte de ese movimiento de resistencia judicial.

A esos jóvenes del futuro les diría que esta fue una etapa histórica para el país. Y que, a pesar de tener fallas, ese sistema judicial hizo posible proteger los derechos humanos de las personas para que tuvieran salud digna, tratamientos médicos, pensiones alimenticias y empleo que les permitiera llevar el sustento a sus casas.

“Santi”, mi maestro de vida

La pérdida de un hijo es lo más doloroso que le tocó enfrentar a la Jueza Juana, quien durante 13 años compartió su vida con Santi, su pequeño y segundo hijo, quien nació con discapacidad psicomotriz y psicomotora conocida como Síndrome de Weiss.

Santiago a pesar de sus limitantes tanto físicas como neurológicas fue mi maestro de vida. Con él aprendí el poder de la resistencia y resiliencia. Me enseñó a enfrentar las cosas con valentía.

Santi partió antes de que enfrentáramos la reforma al poder judicial, sin embargo, lo tuve presente en cada voz, en cada mirada y en cada grito de fuerza con los que defendimos con congruencia la autonomía judicial. 

Mi hijo me dejó un legado de valores con los que se puede defender la vida.

¿Qué le dirías a esas mujeres que hoy también están enfrentando sus propias revoluciones de resistencia?

Es un momento histórico en nuestro país, porque en cada mujer veo una mujer exitosa, valiente. Las mujeres tenemos que ser como las luciérnagas, donde la luz de una, no tiene por qué oscurecer la luz de la otra. Y si sumamos todas esas luces, seremos más fuertes.

No podemos permitir que nos gane el tema de inseguridad, tenemos que proteger a nuestros hijos, familia y amigos.

Hoy las invito a unir fuerzas, voluntades, capacidades extraordinarias.

La presidenta del país, Claudia Sheinbaum siendo mujer, nos queda mucho a deber. Me hubiera encantado que en este siglo XXI las mujeres realmente nos hubiéramos sentido representadas.

Desafortunadamente llevamos casi un año con una mujer gobernando y no he sentido un cambio frente a todo lo que vivimos en materia de machismo y discriminación.

Con tristeza no se nota que tengamos a una mujer en la presidencia.

La independencia judicial se está desmoronando

El próximo 1º de septiembre, el poder judicial en México tendrá otro rostro y a pesar que la Jueza Juana puede conservar su cargo hasta 2027, reconoce que se avecinan tiempos donde será un reto ver como se aniquila la autonomía de un poder que hoy está en jaque frente al arribo de muchísima gente inexperta y que llegará sin haber construido una carrera judicial.

Para la directora de Jufed este no es el final.

Es el inicio de una nueva resistencia porque algo que la vida me enseñó es que todos los días te tienes que reinventar.

Mi vida siempre estuvo llena de retos, saqué adelante a una niña siendo madre soltera; luego lo hice con un niño especial.

El reto profesional de llegar a ser jueza, es mi soporte para decir que esto empieza.

A partir del 1º de septiembre muchos compañeros y compañeras estarán fuera de la institución porque les quitaron su lugar de manera arbitraria.

La independencia judicial se desmorona, y a pesar que todo esto es un parteaguas en la historia del país, no me desanimo.

Desde la trinchera donde esté voy a continuar con mi propia resistencia porque estoy convencida que, si me quedé en esta vida después de mi hijo, fue para que él, desde donde esté, se sienta orgulloso de la persona que eligió como mamá.

¿Cuál es la frase con la que definirías tu vida?

Una palabra que me motiva todos los días es resistir porque tengo la ilusión que en algún momento nuestro país logre una pacificación.

En este momento de mi vida, la paz la encuentro en seguir haciendo algo por mi gremio y por las personas que están enfrentando arbitrariedades e injusticias.

El día que todas esas personas estén en paz, es cuando veré materializada mi propia paz interna.