
Por Ruby Soriano
Una mujer de convicciones firmes en el ámbito de la justicia, con una trayectoria de 14 años, 6 meses en la carrera judicial, es la Jueza Yazmín Angélica Murillo Badilla quien refrenda su vocación, al ser un agente de cambio y evolución para continuar con la resistencia desde otros frentes que permitirán una nueva forma de ver y palpar el coraje de muchas mujeres que no se rinden, ni se rendirán en los nuevos tiempos que han llegado.
Si algo me define es la pasión por lo que hago, a veces a las mujeres nos tachan de intensas o en el peor de los casos de histéricas, pero creo que somos comprometidas con eso que hacemos con profundo amor y en mi caso ha sido el ejercicio de mi profesión. Defiendo causas justas y busco que las cosas se hagan bien.
Soy la mayor de cinco hermanos, no vengo de una familia de dinero.
En mi niñez la tuve difícil, a veces mi mamá no tenía qué darnos de comer, vivimos tiempos duros. En su momento mis padres se divorciaron y nos fuimos a vivir a unos departamentos en Agua Prieta, Sonora. Tendría unos 10 años cuando todas las tardes, escuchaba una banda de música. Un día me animé a ir a preguntar de dónde venía la música y me encontré con que se trataba de una banda de música dirigida por el Profesor Soqui.
Y sin paga ni nada porque no tenía recursos, me dieron la oportunidad de tocar el clarinete que también me prestaron porque no había recursos para comprarme uno.
Hay recuerdos felices que te marcan como cuando estrenaba una caña, que así se le nombra a la madera que se le pone al clarinete. Me sentía realizada cada vez que estrenaba una, sobre todo porque a menos de un mes de haber entrado, me tocó desfilar.
Desde niña fui muy vivaracha y me daba cuenta lo que ocurría a mi alrededor y había algo que no me cuadraba como el no tener para empastar los libros de texto.
En ese mismo departamento nos tocó vivir un desalojo por la cuestión económica y las rentas no se pudieron cubrir. Recuerdo que sacaron nuestras cosas a la banqueta. Y no era porque mi mamá a propósito no quisiera pagar. Me dolió irme de ese lugar.
Si algo me define es la pasión por lo que hago, a veces a las mujeres nos tachan de intensas o en el peor de los casos de histéricas, pero creo que somos comprometidas con eso que hacemos con profundo amor
La justicia no es para enriquecernos
Siempre he pensado que la justicia y el servicio público no son para enriquecernos. Puedo decir conscientemente que hago esto por amor a mi profesión.
Soy la primera de la generación de mis primos que concluyó una licenciatura. Estuve en escuelas públicas, siempre tuve becas.
Me gustaba estudiar, participar en concursos de oratoria y tuve crédito educativo en la Universidad de Sonora, porque cuando tenías récord de excelencia, te permitían un descuento importante en la inscripción y en las materias.
En preparatoria trabajé como cajera de un supermercado. La mayoría de mis años de niñez y adolescencia los viví en Agua Prieta Sonora, porque mis papás se trasladaron ahí, cuando tenía dos años.
Con las utilidades que me dieron en el Supermercado, pagué la inscripción de la universidad. Tomé un camión cuando iban a iniciar las clases, me fui con 20 pesos a Hermosillo y nunca se me olvida que eso me alcanzó para unos M&M´S amarillos, porque moría de hambre.
Mientras estudiaba, tuve hasta tres trabajos y a la vez hacía prácticas en un tribunal unitario. Los domingos me iba a vender dulces afuera de misa en la colonia Santa Isabel en Hermosillo, Sonora. Era cuando ya estaba en la universidad y lo hacía para sacar dinero para los camiones de la semana. Vendía todo tipo de dulces como los picositos, paletas, bolsitas de churritos.
Lejos de sentirme menos en comparación con otros compañeros, me tocó vender casas por cambaceo que es ir tocando puerta por puerta. Por lo general contrataban estudiantes por el horario y en pleno solazo a 40 grados en julio y agosto, nos movíamos en un vochito rojo de nuestra coordinadora.
Ya en la universidad, supe que algunas de las teorías más novedosas del derecho penal venían de Alemania, así que durante seis semestres estudié alemán.
En esa escuela de idiomas conocí a Don Ricardo Martínez, magistrado y quien me invitó para suplir a una oficial auxiliar de un secretario, quien se encargaba de hacer acuerdos, pero estaba a punto de solicitar una licencia por embarazo.
Siempre me ha gustado ser amable, sociable y encontrar la forma de conexión en los ambientes laborales. Desde ahí me dejaron quedarme como meritoria para luego poco a poco ir teniendo nombramientos.
Posteriormente aperturaron un tribunal y me fui a Tijuana. Hice mi examen de actuario, luego mi curso de secretario. Seguí tocando puertas para buscar una oportunidad en Hermosillo hasta que reuní la antigüedad de cinco años, hice mi examen para jueza y aquí estoy.
La traición para mí se materializó con la indiferencia, la ignorancia en la que han querido sumirnos; silenciaron voces, no permitieron la crítica, el diálogo, el debate respetuoso
Evolucionar y ser agente de cambio para los justiciables
Yazmín Murillo es jueza de distrito adscrita a un juzgado mixto, es decir, su competencia contempla procesos penales del sistema tradicional, juicio de amparo, juicios civiles, mercantiles y todo lo que se promueve en el ámbito federal en la jurisdicción del sur de sonora.
Aquí en Ciudad Obregón somos dos jueces federales, yo soy la jueza del séptimo distrito y lo que más valoro de esto, es poder reafirmar día con día que las cosas sí se pueden hacer bien, por ello creo en formar lazos sanos, fuertes con los compañeros de trabajo.
Hay que cambiar la idea que uno tiene de vivir y morir en el juzgado de distrito. Si un trabajador no es feliz, tampoco puede hacer un buen trabajo.
Como jueza en mi responsabilidad con la sociedad, creo que lo que más disfruto es poder aplicar criterios novedosos y ampliar el derecho fundamental de una persona que dice que se le está transgrediendo en su máxima expresión.
Le apuesto a la evolución del derecho y no quedarme en aquellas suspensiones que te citan criterios de la octava o novena época y lo digo con respeto, cuando el derecho ya caminó, incluidos los tratados internacionales que te dan las herramientas para maximizar los derechos fundamentales de una persona.
Valoro tener la oportunidad de ser un agente de cambio haciéndolo con pasión.
En noviembre cumplo tres años de juzgadora y esto lo logré en el primer y último concurso de personas juzgadoras en la primera reforma. Después de la reforma fue el primer concurso de oposición que impulsó el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Es decir, jugué con sus reglas y con ellas gané.
Siempre visualicé estar en un área donde pudiera tomar decisiones a favor de los demás, en el ámbito profesional esa es mi meta en la vida.
Los juzgadores podrían contarnos muchas de esas historias que con sus decisiones cambian el rumbo o salvan la vida de una persona. Episodios que se tejen a la par de una búsqueda de justicia y de hacer las cosas apegadas al respeto de los derechos humanos y garantías individuales de los justiciables.
Tuve la suspensión de una niña de apenas dos semanas de vida, cuyos padres se negaban a que se le hiciera una transfusión de sangre a pesar que la menor estaba en riesgo de morir.
Los padres de la niña solicitaron el amparo porque el IMSS les dijo que la única forma de restablecerle la salud era con la transfusión de sangre, pero por temas de índole religioso ellos se negaban, incluso pidieron cambiar al pediatra.
Si bien los padres fueron los que solicitaron el amparo, a quien debía proteger era a la niña.
Entonces le ordené al IMSS que, si el método de transfusión garantizaba los mejores resultados y si se contaba con evidencia científica para ello, procedieran a hacer la transfusión.
A las 7 de la noche los notifiqué, tres horas después, le estaban haciendo la transfusión a la niña, quien se restableció en los siguientes tres días. Y después los padres se desistieron de la demanda.
Les dije que la decisión en nada tenía que ver con su religión, sino que era un tema de cuidado de la niñez. Aquí lógicamente se priorizó la vida de la niña sin interferir en el respeto al derecho a la libertad religiosa.
Siempre visualicé estar en un área donde pudiera tomar decisiones a favor de los demás, en el ámbito profesional esa es mi meta en la vida
El CJF nos quedó a deber disciplina y vigilancia
Yo no romantizo a la institución por el sólo hecho de pertenecer a ella. Puedo llegar a ser una jueza incómoda porque no voy a cerrar los ojos y pretender que todo está bien.
Creo que faltó disciplina en el Consejo de la Judicatura, también en el área de vigilancia, porque durante años ahí llegaron varias denuncias.
Considero que, aunque seas la cabeza en un juzgado, debes tener lineamientos claros y un cumplimiento intachable al código de ética. Mucha gente del propio poder judicial, se decepcionó de que sus reclamos nunca fueron escuchados. Todo esto empezó a fraccionar a la institución desde adentro. El consejo de la Judicatura nos quedó a deber disciplina y vigilancia.
Se sabe que había juzgados que administrativamente eran un desastre y nunca tuvieron observaciones de parte de las áreas correspondientes del Consejo. Nosotros cada seis meses rendimos informes circunstanciados, lo que quiere decir que dos veces al año, somos supervisados por el Consejo de la Judicatura. Se habla de corrupción en mi gremio, pero lo digo, no podría hablar de ella porque nunca me tocó verla.
Puedo decir con satisfacción que en el poder judicial me inicié picando piedra, tocando puertas y hay algo que con orgullo digo: Mi cargo lo obtuve por mis méritos y no es resultado de nepotismo o amiguismo que pueda suponer un conflicto de intereses.
En el consejo veía demasiadas áreas de oportunidad, era un gigante que absorbía muchísimo presupuesto y creo que faltó enfocar todos esos dineros a la atención de puntos claves que nos ayudaran a tener una mejor percepción ciudadana y dar un mejor servicio.
Siempre he pensado que la justicia y el servicio público no son para enriquecernos. Puedo decir conscientemente que hago esto por amor a mi profesión
Con llanto y mi corazón roto
¿Cuáles fueron eso momentos que marcaron tu memoria en la defensa por el poder judicial?
Cuando fuimos al senado en septiembre. Antes de llegar a la concentración, nos reunimos para ponernos nuestras togas y organizar las lonas. Empezó a llegar una manifestación que venía de El Caballito, eran los trabajadores que traían sus tambores y empezaron a decirnos que no estábamos solos.
Los ojos y la voz de la Jueza Yazmín se quiebran al iniciar una narración que sigue doliendo en los recuerdos de quienes realmente salieron a las calles no sólo para defender un puesto o un cargo, estaban ahí, porque ellos mejor que nadie, supieron que el país estaba rumbo a perder eso que no entendimos desde la sociedad y que se llama equilibrio de poderes en una democracia.
Los trabajadores llevaron el ruido y el ánimo para dirigirnos al Senado, donde también nos encontramos con gente que nos gritaba corruptos, incluso un señor nos escupió. Pero esas voces eran lo de menos, frente a las personas que se acercaban y nos decían que no nos rindiéramos.
Ese día fue para mí de mucha emoción. En la noche cuando ocurre lo de la gaseada y se consuma la traición de Miguel Ángel Yunes Márquez, ahí se me rompió el corazón y supe que todo estaba perdido.
Me fui caminando a mi hotel que estaba en Reforma. Iba llorando. Soy católica y en ese momento le preguntaba a Dios por qué si las personas hacemos las cosas bien sin afectar a nadie, esperábamos que nos fuera bien y no fue así.
Traía un conflicto emocional tremendo, sabía que venía lo difícil, regresar a Ciudad Obregón y decirles a mis compañeros que no habíamos podido lograr nada. Fue algo muy fuerte para mí.
Nosotros estábamos en las calles, en las redes sociales, pero ¿dónde estaba la Corte? ¿Dónde estaban cuando más los necesitamos?
La verdadera traidora fue la indiferencia
¿Quiénes consideras traicionaron al poder judicial en México?
Creo que apostar todo a un solo voto era demasiado ingenuo. No fue Yunes, Ricardo Monreal, Noroña, con sus discursos calumniadores. No fue AMLO quien durante seis años con su discurso alimentó el resentimiento de las masas.
La traición para mí se materializó con la indiferencia, la ignorancia en la que han querido sumirnos; silenciaron voces, no permitieron la crítica, el diálogo, el debate respetuoso. Creo que la traición implicó todo esto. No había forma de salvar al poder judicial con este combo que nos armaron.
En la noche cuando ocurre lo de la gaseada y se consuma la traición de Miguel Ángel Yunes Márquez, ahí se me rompió el corazón y supe que todo estaba perdido
¿Cómo le contarías a los jóvenes del futuro lo que ocurrió con el poder judicial?
Dentro de 15 años me dolería mucho contarle a mi ahijado que hoy tiene 7 años que no hice lo suficiente. Le contaría que hubo personas que salieron a levantar la voz, aunque eso implicara que nos amenazaran, que nos desprestigiaran, que se burlaran de nosotros.
Le diría que lo que le pasó al poder judicial, fue algo que tuvo un impacto muy grande en México.
A los jóvenes del futuro les diría que esto ocurrió por una gran ambición de poder. Les diré que toda lucha vale la pena cuando se alza la voz para defender nuestras convicciones.
Vale la pena porque al final puedes dormir tranquila.
No sé si el poder judicial se va a recuperar, no creo, pero también soy una mujer soñadora y creo que en algún momento ya sea por una sentencia de la Corte Interamericana o porque los mexicanos despertaremos y diremos, ya estuvo bueno que nos estén viendo la cara.
Al movimiento le faltó unidad. No sé si sea naturaleza humana buscar el beneficio propio. Faltó que fuéramos un ejército de juzgadores con convicciones. A mí me faltó realidad porque estaba en una burbuja donde todos los que formamos este poder judicial, pensé que teníamos pasión y me llevé una gran desilusión. Asumí que todos íbamos con esa convicción y en el camino me di cuenta que no.
Creo que la Corte como institución, debió dar una pelea feroz porque es un poder, pero le faltó defensa técnica, táctica como hacen otros poderes para mantener esa presencia.
Nosotros estábamos en las calles, en las redes sociales, pero ¿dónde estaba la Corte? ¿Dónde estaban cuando más los necesitamos?

También se vale quebrarse, llorar, querer aventar todo a la chingada, pero sólo un ratito, porque luego hay que levantarse
Si tuvieras la oportunidad de tener un diálogo informal con la Presidenta Claudia Sheinbaum, ¿qué le dirías?
Casi al final de su campaña, un grupo de 15 juzgadores entregamos un documento en su entonces casa de campaña para solicitarle audiencia. Nunca nos respondieron.
Si tuviera la oportunidad de conversar con ella le diría:
De mujer a mujer, tú sabes lo que es creer en algo, tú sabes lo que es defender una causa, tú sabes lo que es luchar. Te pido que tengas un poco de empatía, que escuches mi lucha, porque mi lucha es mi pasión por la justicia y yo no busco hacer el mal. Recuerda cuando tocabas puerta por puerta, cuando levantabas la voz contra algo con lo que no estabas de acuerdo, es lo mismo que ahora hago y no es para dañar a México. Te invito de corazón a que recuerdes por qué empezaste a luchar.
¿Esto ya acabó para ti o es el inicio de una nueva resistencia personal?
Todos los días son el inicio de una nueva resistencia. Estoy trabajando la paciencia, la resiliencia, el agradecimiento, la humanidad porque cuando todo el tiempo están en tu contra y hablo como poder judicial, duele. El reto día a día es resistir y no romperte.
No sé cuál va a ser el final o el resultado, pero sólo les puedo decir a las mujeres que cuando luchas con convicción, vale completamente la pena, porque impregnas de sentido tu vida, tu tiempo. Contagias esa adrenalina a la gente que te rodea. Imagina que cada mujer irradia esa luz, esa energía, imagínate lo que podemos llegar a crear. También se vale quebrarse, llorar, querer aventar todo a la chingada, pero sólo un ratito, porque luego hay que levantarse. Al final te queda la satisfacción de haber querido cambiar el mundo.












