Ayer, la presidenta protagonizó una tragicomedia en tres actos. Primero, su “caminata orgánica” fuera de Palacio Nacional: un montaje plástico donde, tras vallas y francotiradores, surgieron jóvenes impecables pidiendo selfies, un pueblo seleccionado que aplaude sin exigir mientras el país sangra.Segundo, el abrazo del acosador: un desconocido la tocó durante segundos eternos ante la pasividad de su guardia élite. Reacción tardía, sujeto libre, ridículo viral. Si no protege a la jefa del Ejecutivo, ¿cómo cuidará a 130 millones?Tercero, la viuda de Uruapan: obligada a viajar estados enteros para un minuto de atención, porque la “presidenta del pueblo” prioriza su agenda sobre consolar familias destrozadas. En Michoacán, cárteles extorsionan y desaparecen, pero llega un “plan” reciclado del sexenio anterior, solo con logo nuevo.Así es la transformación: caminatas falsas, seguridad ausente, empatía nula y promesas copiadas. México espera justicia, seguridad y vergüenza; solo recibe teatro y evasión.