
Sebastián Godínez Rivera
Para Jimena V.T.
La monarquía inglesa ha estado en medio de la opinión pública desde el siglo XX. Hoy la Familia Real no es tan hermética; la reina Camila es una mujer divorciada y que generó polémica durante los años ochenta y terminó contrayendo nupcias en 2005. La historia de amor entre Enrique y Meghan Markle es otro ejemplo. Sin embargo, esto no siempre fue así, durante las primeras décadas del siglo XX.
Las tradiciones en su momento generaron una de las crisis más polémicas del Reino Unido, en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, cuando el entonces monarca. Fue este hecho lo que abrió el paso a la difunta Isabel II para encabezar al país tras la muerte de su padre en 1952. Cabe destacar que las monarquías cuentan con un aura de misticismo producto de la solemnidad, sus protocolos y la forma en que viven.
La historia inglesa cuenta con tres reyes que han abdicado al trono: Eduardo II (1327) obligado a dejar el trono en favor de su hijo; Ricardo II (1399) para poner a salvo su vida, pero fue asesinado poco después. Por último,Eduardo VIII (1936) quien lo hizo voluntariamente para casarse con Wallis Simpson. A este último está dedicado el texto.
Desde la adolescencia, Eduardo VIII mostró su debilidad por las mujeres, lo que generó preocupaciones para su padre Jorge V y para el primer ministro, Stanley Baldwin. Fue en la década de los treinta cuando el príncipe comenzó a tener romances con mujeres estadounidenses como Freda Dudley Ward y Lady Furness. La segunda era amiga de Wallis Simpson, una mujer norteamericana que se había divorciado dos veces, primero en 1927 y el segundo en 1937 cuando ya eran amantes ella y el Príncipe de Gales.
La Familia Real se escandalizó cuando se enteraron de la relación que sostenían. Tras la muerte de su padre en 1936, Eduardo VIII asumió la corona; su reinado inició con polémica luego de que presenció la proclamación real desde una ventana del Palacio de St. James y en compañía de la señora Simpson. También rompió la neutralidad de la corona cuando empezó a intervenir en política exterior e interior, lo que generó la molestia del gabinete.
En agosto de 1936 se dieron a conocer los planes que el rey tenía para casarse en cuanto se concretara el divorico de Wallis Simpson. La insinuación generó molestias en el gobierno, la familia real y la Iglesia Anglicana, ya que se planteó una coronación secular en el Palacio de Whitehall, en lugar de la Abadía de Westminster. La sociedad en general se había escandalizado porque era la primera vez que una mujer divorciada asumiría como esposa del monarca en funciones.
El rey no solamente es Jefe de Estado, cabeza de la Mancomunidad de Naciones, sino también cabeza de la Iglesia Anglicana. Los arzobispos le comentaron a Eduardo VIII que su matrimonio con Simpson, no solamente era inmoral, sino que rompía con los principios de la iglesia a los cuales el monarca debía apegarse. Esto generó tensiones con el gobierno, cabe destacar, que en algunos asuntos la monarquía está sujeta a ciertas discusiones y decisiones del parlamento.
Enrique VIII propuso al premier Baldwin que Simpson no sería reina, sino que tendría un cargo menor y los hijos que tuvieran no asumirían el trono. Empero, este debate tenía que darse en el parlamento, el oficialismo y la oposición no querían entrar en dicho tema. Este procedimiento se realizó conforme al Estatuto de Westminster de 1931, que prevé, “cualquier alteración en la ley que afecte la sucesión al trono o los títulos o tratamientos reales en lo sucesivo, requerirá el consentimiento de los Parlamentos de todos los Dominios, así como del Parlamento del Reino Unido”.
Los primeros ministros de Canadá, Australia y Sudáfrica se opusieron al matrimonio, a lo que Eduardo VIII llegó a decir “su opinión no importa, ni hay tanta gente en Australia”. Mientras que el premier irlandés se negó a dar una opinión sobre el tema, por otro lado, su par de Nueva Zelanda creyó que era una broma. El monarca estaba generando una crisis constitucional, por lo que optó por la dimisión el 10 de diciembre de 1936.
El monarca firmó la Ley de la Declaración de Abdicación de Su Majestad de 1936, entonces perdió su título de rey y volvió a ser príncipe. El trono pasó a manos de su hermano Alberto, conocido como Jorge VI, padre de Isabel II. Al día siguiente, el príncipe Eduardo pronunció un discurso en el cual justificó su abdicación por “me ha resultado imposible soportar la pesada carga de responsabilidad y desempeñar mis funciones como rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo”.
Fue nombrado Duque de Windsor por su hermano Jorge VI, sin embargo, derivado de su renuncia al trono y el status de Wallis Simpson se abogó para que amada no pudiera asumir el título. En junio de 1937 Eduardo y Wallis Wartfield (se cambió el nombre) contrajeron nupcias en Francia. Sin embargo, las tensiones continuaron cuando el parlamento notificó al duque que Wallis no podía tener el trato de “su alteza real”.
El legislativo negó asignar recursos a Eduardo y Wallis, pues si bien continuaban siendo parte de la realeza, sus gastos no eran solventados por el Reino Unido. Luego estalló el escándalo porque el duque Eduardo no había transparentado su riqueza obtenida del ducado de Cornualles. Se concluyó que el rey debía pagar y cubrir todos los gastos del duque. Para 1939 la pareja estaba decidida a volver al país, sin embargo, la familia real se opuso con el argumento de que si volvían, se cancelaba el apoyo económico.
La realeza estuvo inmersa en una constante lucha con los duques de Windsor. De acuerdo a correspondencia e investigadores ingleses, Eduardo visitó la Alemania Nazi y estrechó lazos con Hitler a quien consideró un dique contra el comunismo. Existen versiones en las que se afirma que Eduardo y Hitler negociaron un bombardeo al Reino Unido y en cuando éste cayera, recuperaría su título de rey.
Cuando los nazis ocuparon Francia en 1940, el duque pidió al ejército invasor que protegieran sus propiedades y así lo hicieron. Luego dio una entrevista en la que consideró que Reino Unido estaba perdido, esto generó la molestia del primer ministro, Winston Churchill. La relación se tensó cuando el premier obligó a los duques a volver a suelo británico y que de no hacerlo, lo sometería ante el Consejo de Guerra
En agosto de 1941 Churchill, preocupado por la cercanía con Hitler lo envió como Gobernador de las Bahamas. Con el fin de la guerra, el duque no volvió a ejercer ningún cargo y vivió en Francia. Los cuestionamientos en torno a su persona son diversos, sin embargo, Eduardo siempre será conocido como el monarca que generó una crisis por amor.
