Por Ruby Soriano
La delincuencia organizada y la inseguridad pública en la capital poblana constituyen la herencia maldita que se debe enfrentar con frialdad, frente a la urgencia de poner en marcha las estrategias que permitan un combate no de ornato, sino real y puntilloso, que ataque esos semilleros de la delincuencia, hoy asentados en el Centro Histórico, juntas auxiliares y colonias de la periferia.
El reconocimiento tácito del gobernador Miguel Barbosa sobre las condiciones de inseguridad que enfrenta la capital poblana y los municipios conurbados, confirma una necesidad de atención emergente para una problemática que creció y se desbordó.
El mismo mandatario poblano reconoció que Puebla capital se dejó en manos de mafias que hoy mantienen el control del narcomenudeo.
El tema no es sencillo cuando la delincuencia encontró acomodo en mandos policiacos que siguen ahí, enraizados y bajo el cobijo de una delincuencia que goza de protección desde los altos mandos policiales.
El mandatario estatal contempla una coordinación metropolitana para hacer frente a las mafias del narcomenudeo y la inseguridad.
Y es que el 54 por ciento de los delitos que se cometen en la entidad se concentran en la zona conurbada.
Si bien es cierto que hoy los poderes estatal y municipal anuncian un trabajo conjunto en esta problemática, también debe haber una depuración de mandos policiacos que garantice la disolución de contubernios entre delincuentes y policías.
La responsabilidad de la seguridad pública en Puebla recae en una mujer, (Consuelo Cruz Galindo) quien le “entrará” a tomar una capital carcomida no sólo por delincuentes menores, sino con la presencia de organizaciones delictivas que hoy operan a sus anchas en la ciudad.
Lo que esperamos en Puebla es que esta coordinación entre los diferentes niveles de gobierno, rinda resultados palpables a corto plazo, lo que no es sencillo, pero que deberá hacerse como una parte fundamental para restablecer el orden y la legalidad en territorios donde hoy priva la impunidad y manda la delincuencia.
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Los alquimistas del poder 