Por Ruby Soriano

No hay receta para ejercer ese poder que transforma lo que toca una vez que se asume.

Todas ellas ejercen el poder, algunas con la banda gubernamental que les confiere el título de gobernadoras.

Otras lo ejercen en las bambalinas, pero con el control de todos los hilos como para ejercerlo sin ser notadas.

Mujeres de distintas aleaciones que acuñan poderío, esfuerzo y trabajo para imponerse frente a las grandes oposiciones machistas.

La etapa pandémica que seguimos viviendo, dejó estragos en la representatividad de mujeres en las esferas de poder.  

Podemos decir que hubo un retroceso en cuanto a participación y triunfos consolidados de mujeres en la política.

Ahí está el caso de Ivette Salgado y su «juanismo» a boca jarro para ser la bateadora emergente de su padre Félix Salgado, quien es la mano que mueve los hilos en Guerrero, detrás del trono de su hija.

Lorena Cuéllar en Tlaxcala aglutinando un fragmentado Estado donde lidia con el dogmatismo y los contras de su propio partido.

Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México como una Adelita alineada a los encantos de su patrón, a quien flanquea y le hace segunda en cualquier desatino, con tal de seguir manteniendo la venia del Gran Tlatoani.

Y detrás de las enormes sillas presidenciales están las otras, las que conjuran o deciden poder con mucho poder.

Ahí está Beatriz Gutiérrez que en su papel de no primera dama, igual tira asuntos diplomáticos, provoca enfrentamientos con sus críticos y se convierte en un personaje que dice no estar en el escenario pero está detrás, con muchísimo reflector.

Y luego qué decir de Mariana Rodríguez Cantú, que como esposa del gobernador de Nuevo León impone su estrategia marketera para disfrazarse de princesa en el Palacio de Gobierno, aparecer junto a la polémica Gloria Trevi o cortarse el cabello como gesto empático con un niño enfermo de cáncer.

Show al vacío que dista mucho de tener efectos reales en quienes necesitan apoyo.

El poder también es un dulce veneno para las mujeres que llegan, se abren paso y empiezan a embaucarse con las ganas de probar las amargas mieles del mandato.

La paridad e igualdad sustantiva en las posiciones de poder se celebra, sin que por ello dejemos de ver cómo gobiernan algunas mujeres que van empujando toda la maquinaria de aquellos que siguen detrás del telón.

Algunas otras, encontraron en sus nuevas posiciones la carta perfecta para exceder el poder amparadas en su género y exigiendo el cobijo por el hecho de ser mujeres.

Hoy gobiernan en México menos mujeres que hace tres o seis años.

La violencia y la pandemia fueron factores cruciales para entender que aún el tramo es largo en una lucha donde se llega y a veces también su propio poder las violenta, para convertirlas sólo en pasajeras momentáneas de un ejercicio que no tendrá continuación.

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