Por Ruby Soriano

A unos días de la entrega de los Napolitans Victory Awards y de tener la satisfacción de estar nominada en la categoría a la mejor Columna Política 2021 con mi Conexión México, escribo estas puntillosas líneas con muchas sensaciones encontradas.

En estos últimos tiempos me han invadido muchas reflexiones escritas desde el silencio que da la experiencia de atesorar 13 años en el ejercicio de la Comunicación Política.

Hoy, al paso del tiempo, opino que Maquiavelo se equivocó. El fin, no debe justificar los medios.

Confieso que no es fácil mirar a la política con benevolencia. Y no lo es, porque los cambios se gestan en la batalla y no en la mordaza.

A lo largo de estos 13 años de caminar por la ruta de la consultoría política he trabajado no desde el reflector, sino desde la dureza y anonimato que puede dar un cuarto de guerra, desde donde se dirige una batalla para que esa victoria encumbre a un político.

También he llorado derrotas, a veces en soledad y otras apretando la mandíbula frente a esos grandes equipos que acompañan y arropan una campaña.

La corrupción, deslealtad, las cuotas de poder han llevado al desprestigio del ejercicio de la gobernanza desde donde se puede todo.

Y sin embargo, yo sigo creyendo que desde mi rol como consultora política puedo y quiero seguir empujando hacia esa ciudadanización de partidos y gobiernos.

La labor es infinita para quienes estamos involucrados en esta profesión donde tenemos que ser artífices de cambios para que partidos, políticos y gobiernos evolucionen de manera real y sin la simulación que seguimos protagonizando.

Me asumo como una mujer con mucha rebeldía que no me conformo con asesorar a un personaje para que termine haciendo los mismos actos de corrupción que estamos obligados a erradicar.

Hace unos meses, alguien me dijo que había elegido el camino más complicado que es el incomodar a quienes están en la hoguera de las vanidades poderosas.

Si bien elijo el optimismo de seguir trabajando en esta locura llamada ComPol (Comunicación Política) estoy decepcionada de la involución de esos hombres y mujeres que llegan al poder para hacer exactamente lo mismo que sus antecesores.

El poder es un dulce veneno del que escapan pocos para mirar con acuciosa objetividad sus excesos.

A penas llegan al mandato y la soberbia los engrandece. Los transforma en los nuevos monarcas que gustan de llenar de familiares y amigos sus pequeñas cortes.

Empiezan a fluir los negocios, los contratos, a crear comisiones a simular transparencia.

En esta ruleta rusa se debe jugar con la frialdad de encarar a quienes no admiten la crítica, ni las opiniones.

Celebro que en estos años de experiencia también me haya tocado ir de la mano con valiosas mujeres que han llegado para mantenerse invictas.

Algunas otras, se quedaron en el camino de esa violencia política que existe y nos aniquila no sólo a quienes están en el ejercicio del poder, sino también a quienes desde este rol como asesoras, nos toca enfrentar gracias al veto, ignorancia, intolerancia y misoginia de hombres y también mujeres que no soportan la crítica.

Así entonces, defiendo mi naturaleza de decidir seguir guerreando contra los molinos de viento, con los bolsillos vacíos, pero con la convicción intacta.

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