Por Ruby Soriano

¿A cuántos poblanos les interesó lo que hoy dijo el Gobernador Miguel Barbosa en su tercer informe de gobierno?

A la mitad de su mandato, Puebla luce escoriaciones propias de esas presiones y golpes bajos que se dan en las relaciones de maltrato y violencia, pero en este caso, de violencia colectiva hacia una ciudadanía.

Una frase forjada en lo más íntimo de sus galeras y repetida por sus vasallos señala: “Tus amigos, no son amigos del Gobernador”.

Sentencia que resume la “non gratitud” de los que con rebeldía opinan y señalan las erráticas acciones, los contubernios, las protecciones y la corrupción.

A Miguel Barbosa como político no se le discute esa experiencia y colmillo afilado por años en los andares del cabildeo en izquierdas con derechas y con muchos actores que reconocen en él, la vocación en un ejercicio letal como el de la grilla mezclada con el disfraz de constitucionalidad.

Lascivo y poco tolerante para la crítica, el gobernador recurrió a las viejas costumbres de descalificar toda aquella opinión que vaya en contra de su mandato de gobernabilidad.

Hemos visto a un mandatario que ejerce el poder con mucha hiel y víscera a la hora de allegarse de pequeñas hordas que adiestran el veneno antes de hablarle al oído.

En estos años, hemos visto a un gobernador que jugó magistralmente su juego de gran elector para tirar en doble banda y sacrificar al ballenato, dándole vida así, a un nuevo delfín.

Nada ha cambiado con un barbosismo exacerbado que alinea como peones y no de rey, sino de coroneles, a los agachados que lideran poderes en el Congreso del Estado, en el Poder Judicial y en los Ayuntamientos, desde donde se acata una única línea, la de Miguel Barbosa.

Esta es la Puebla de un gobierno morenista que por momentos juega sus propias cartas al margen del gobierno federal.

Implacable a la hora de exigir se le cumplan sus mandatos, han sido varios los que quedaron en el camino, luego de ser despedidos y hasta humillados por jugarle las contras al barbosismo.

Sin embargo, se acuña y se protege a los parientes, a las hienas, a los incansables bribones que viven de cantar mentiras gustosas para conservar el puesto y la dádiva.

Empeñado en etiquetar a todos los empresarios con un solo membrete, el actual gobierno del estado limita la posibilidad de abrir la puerta a los consensos de pluralidad.

Un gobierno de absolutos, donde se repliega la autonomía de organizaciones y sobre todo de universidades como en el caso de la Udlap, donde la mano del ejecutivo estatal ha metido y sacado a los lastres de un malísimo teatro guiñol.

Para el Gobernador como para el Presidente de México es una “obligación” que los medios de comunicación alaben y repliquen casi de manera mecanizada sus decretos, advertencias y decisiones.

Hoy en Puebla se extrañan los contrapesos y las mediaciones necesarias para el poder.

Hacen falta más voces de pluralidad, urgen plumas y letras sin la ofensiva dádiva del financiamiento condicionado a vestir el traje de lacayos para doblar las manos y cerrar la boca.

Es la mitad de un mandato donde el todo representa la palabra única de un gobernante.

Estamos ávidos de la madurez política del barbosismo, donde haya una visión de pluralidad para escuchar no sólo a los porristas de cabecera, sino también a quienes hoy ven a una Puebla con ausencia de contrapesos.

Dignificar un mandato, valida la grandeza de un político que recule y entienda que el despotismo es un peligroso riesgo al querer seguir escuchando: “Lo que usted diga, Señor Gobernador”.

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