Por Ruby Soriano

Desde hace meses en Puebla capital estamos en un gran bache.

Muchos poblanos fuimos a la urnas urgidos de sacar de un zarpazo  a la banda de inútiles que junto con Claudia Rivera Vivanco saquearon el Ayuntamiento de Puebla dejándonos una ciudad sucia, maloliente y con un rezago propio de zonas marginales.

El capital de Eduardo Rivera para atraer ese voto a su favor fue el enojo de los poblanos frente a la gran ineptitud de Rivera Vivanco.

Vimos en Rivera Pérez el poder de la experiencia, pero a la par, advertimos los riesgos de su cercanía con el Gobernador Barbosa.

Lalo ganó con apabullantes resultados en las urnas. Sin embargo, como buen maleficio del arte político, el beso del diablo le trajo las desgracias.

Explosiones y derrumbes nos hicieron ver a un Alcalde segundón, provisto del Sí Señor lo que usted diga y mande.

El gobernador lo apapachó brevemente para luego darle el puntapié en el seno del Congreso local, donde se cocinó la primera gran derrota del edil al no lograr la aprobación del cobro de servicio de alumbrado público a la ciudadanía.

De ahí a la fecha, no hemos  visto resultados de una gestión panista plagada de acciones erráticas y mucho humo en redes sociales.

Apenas asumió el cargo, Lalo le inyectó  ganas y atención al conflicto interno en su partido.También le inyectó algo más, pues incorporó a la nómina municipal a un gran número de operadores que no hicieron ni hacen trabajo para la ciudad, sino para los intereses políticos del edil.

Hoy en su distanciamiento con el Gobernador vemos a un Presidente Municipal dismuido y agazapado con los mismos líderes patronales que carecen de representatividad no sólo con su gremio, sino con la sociedad.

Lalo recuperó el control de su partido el PAN, pero está perdiendo la confianza de la ciudadanía.

Una nómina de salarios altísimos para funcionarios municipales, nepotismo, ambulantaje y prostitición controlando el centro histórico, programas de relumbrón que no dan resultados, derrota política en juntas auxiliares y compra de encuestas para ensalzar la figura del edil.

La maldición de Puebla y sus gobernantes mantiene la turbia profecía de pronosticar un mal trienio que está haciendo hasta lo imposible por concretar un divorcio con los poblanos.

El edil y su funcionarios repiten desde hace horas una serie de mentiras que desean convertirlas en verdad.

Ni grandes logros, ni resultados, ésta es la palpante realidad en la Puebla de hoy donde la inseguridad nos tiene aterrados. 

Así entonces, en los tiempos de Lalo Rivera, seguimos viviendo en una Puebla sin rumbo, sin corrección y con mucha simulación.

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