
Por Ruby Soriano
Tan míticos y majestuosamente concebidos para tener el halo de divinidades, los elefantes son animales inteligentes y dotados del don de la sensibilidad. Son seres que a pesar de ser imponentes, caen fácilmente en las cárceles emocionales que les aplican “sus domadores” para atarlos a una vida indigna y repugnante.
Con esta severa analogía inicio la reflexión del síndrome del elefante. ¿Cuántos de nosotros tenemos o conocemos a alguien que actúa de una manera muy similar a lo anteriormente descrito?.
Las prisiones emocionales son esos escapes a los que recurrimos con la finalidad de no mirar lo que no nos gusta de nuestro comportamiento, o más aún, son las celadas perfectas para hacernos víctimas de la vida y de quien o quienes en apariencia nos “maltratan”.
A cuántos amigos conocemos que se quejan todo el tiempo de sus jefes; vituperan, maldicen, atacan e insultan, pero cuando lo tienen enfrente caen en el síndrome de los paquidermos, usando palabras de auto humillación como: “Jefecito”, “Patroncito”, “Señor”, “Maestro”.
Lo mismo sucede en las relaciones de pareja donde uno de los dos está harto del otro.
Infame, infiel, violento, miserable, demente, son algunas de las lindezas que se propinan novios, esposos o amantes a espaldas mutuas, pues cuando están frente a frente, fingen demencia y eligen seguir unidos por temor a sentir lo que es una pérdida.
El elefante tras muchos golpes pierde la noción de su capacidad e inteligencia.
Suele poner su pata amaestradamente para que le coloquen el grillete.
Lo peor viene después, cuando el elefante es atado por un mínimo hilo que fácilmente podría romper, sin embargo, no lo hace, porque se siente pequeño, incapaz, temeroso e incluso busca su grillete como acompañante inmortal en su vapuleada vida.
Los vituperios y los insultos en los oscurito no alivian la pequeñez de una persona. Quizá es muy duro, pero hay quienes eligen ser esclavos de todo lo que se les ponga enfrente, es su fátum (destino).
Los elefantes son hermosos seres cuya resistencia demuestra que sólo hay que darles confianza en ellos mismos para remontar sus adversidades.
Hagamos lo mismo con quienes viven atados de mente, corazón y manos.
Recordemos que la programación neurolingüística es una disciplina de la que podremos hacer uso, siempre que tomemos conciencia de todo lo que decimos y el carácter con el que lo decimos.
El auto rescate emocional inicia en nuestra mente, con todas aquellas palabras que le dan valor a nuestros actos.
Evita imponerte una prisión o portar un grillete que te convierta en un prisionero que impida tu crecimiento personal, profesional y espiritual.
Valora tu grandeza, antes de exagerar los falsos halagos para quienes te humillan, empobrecen y denostan tus logros.
Busca finales felices, no dramas eternos.
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