Por: Guadalupe Rivera Loy

Sabemos que comienza el otoño no por una fecha oficial en el calendario, sino porque las lluvias han cesado, el cielo es más azul y por las mañanas sopla un viento frío al que mucha gente llama “viento de Todos Santos”. Esta temporada también está marcada por un festín de los sentidos, los panteones salen de su letargo y se convierten en sitios de fiesta, y en las casas se colocan bellísimas ofrendas que nadie se cansa de ver. El olor del copal, de las velas, del incienso y de la flor de cempasúchil, los vivos colores de las flores de muertos y del papel picado, el sabor y fragancia del pan de muerto y el brillo de los disfraces de catrinas, calaveras, brujas y fantasmas nos dicen a gritos que se acerca una de las celebraciones más bellas de México, la del Día de Muertos. Con todos estos colores, sabores y olores nos estamos preparando para recibir a quienes ya nos dejaron. Y, por qué negarlo, ya que vivimos en un mundo globalizado, también participamos de fiestas importadas como el Halloween, cuyos orígenes celtas se pierden en la noche de los tiempos. Esta festividad, ya muy comercializada, llegó para quedarse, y coincide con nuestra fiesta de origen antiguo, telúrico, prehispánico.

            También durante esta temporada se transmiten en la televisión incontables películas de terror. Hay algunas muy malas y otras muy buenas. Entre estas últimas mis favoritas son  El sexto sentido, Los otros, El resplandor y El conjuro. Pero por qué darle prioridad a la cultura visual, por qué no darnos en esta época un espacio para leer. En este contexto, he pensado en recomendar algunas lecturas de horror y fantasmas que considero valiosas.  Sé que en la literatura hay un universo de buenas historias de este tipo –empezando con Pedro Páramo, de Juan Rulfo, poblada por seres del más allá, y por Edgar Allan Poe, del cual hablamos hace unas semanas– y que hablar sobre el tema daría para una tesis doctoral, así que aquí haré referencia únicamente a los textos que he leído recientemente.

            El primero de ellos es la novela Nuestra parte de noche, de la escritora argentina Mariana Enríquez. Fue publicada en 2019 y ganó el Premio Herralde. Es una historia fantástica y de terror sobre Gaspar y su padre, ambos médiums de una sociedad secreta. En esa novela la autora incluyó un cuento de terror muy bueno que de hecho pertenece a su libro de relatos Las cosas que perdimos en el fuego. El cuento se llama “La casa de Adela”, una historia sobre unos niños que entran a una casa abandonada. Es un cuento que a mí personalmente me gusta muchísimo y me agradó reconocerlo en Nuestra parte de noche.

            En la histórica Antología de la literatura fantástica, que editaron Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, hay un cuento de terror y fantasía que destaco: “La pata de mono”, de W. W, Jacobs. Es un cuento singular y extraordinario. Y, de entre los maravillosos cuentos de Horacio Quiroga, la referencia obligada es “El almohadón de plumas”.

            Para concluir, me gustaría reproducir aquí un microrrelato de Juan José Arreola sólo para demostrar que un cuento de horror puede ser también hermosamente poético:  “La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones”.

            Así que está abierta la invitación para que en esta temporada nos acerquemos a la literatura.

Referencias:

Arreola, Juan José, Narrativa completa, Alfaguara, México, 2018.

Borges, Jorge Luis, Bioy Casares, Adolfo, Ocampo, Silvina, Antología de la Literatura fantástica, Penguin Random House Grupo Editorial, México, 2014.

Enríquez, Mariana, Las cosas que perdimos en el fuego, Anagrama, Barcelona, 2016.

Enríquez Mariana, Nuestra parte de noche, Anagrama, Barcelona, 2019.

Quiroga, Horacio, Cuentos, Porrúa, México, 2006.

GUADALUPE RIVERA LOY

EGRESADA DE LA UDLAP

EJERCIÓ EL PERIODISMO CULTURAL DURANTE VARIOS AÑOS Y HA PARTICIPADO EN DIVERSOS TALLERES LITERARIOS.