Marcelina Romero

Argentina
Soy argentina, resido en Estados Unidos, es aquí donde me encuentra este virus que llegó para quedarse una temporada en nuestras vidas. He visto cientos de películas en el cine, como en la literatura, las pandemias han sido siempre una fórmula de éxito, sin embargo, ahora, en la vida real el protagonista: Coronavirus, no me está pareciendo algo tan simpático y mucho menos simple de sobrellevar.
El aislamiento es la palabra que define capitulo, ciudades enteras vacías, hermosas, con sus propios colores, sin humanos a la vista. La raza humana aislada pone de manifiesto lo mejor y lo peor de cada uno: miedos, individualismo, pero también hay que decirlo, la solidaridad, el espíritu de colaboración con el prójimo, la compasión.
La única esperanza del mundo reside en la capacidad de comportarnos como lo que se supone que somos: seres humanos. En la cuarentena se pueden hacer muchas cosas, es cierto, desde leer hasta escribir un libro de recetas de comidas, todo esta dentro de la campaña de productividad que se llevo adelante en redes sociales.
Una campaña, para mi gusto, fatal, que provoca una sensación de insatisfacción que tarde o temprano estalla.
Mi única recomendación es que cada uno pueda gozar de la impresionante paz que te puede ofrecer tu hogar si te propones disfrutar de “sin hacer nada” y practicar la contemplación que parece fácil pero no lo es. Puede llevar años aprender, porque la contemplación rompe un proceso mecánico al cual estamos acostumbrados.
También el hogar, la casa, la cueva o como ustedes nombren ese espacio que nos refugia, siempre, son ideales para descubrir, no grandes tesoros guardados, si no más bien esos rincones que nunca antes habíamos detectado.
Ya sea que te guste el leer, cocinar, escribir, la casa es propicia para esta clase de entretenimiento, u oficio postergado. Vale la pena aprender a disfrutar -aunque suene predicadora repetitiva- ya que no mucho tiempo atrás añorábamos tener tiempo para estar en casa, disfrutar del sofá, del jardín del patio.
Las casas son lugares especiales, que delatan estados de animo ni bien abrís la puerta.
Y acá estoy, con la premisa de intentar salir lo más reconciliada con mi lado b, con los rincones descubiertos…
Por supuesto, dejo que ciertas alteraciones del estado de ánimo formen parte de mi día. No me obligo a nada. Al parecer funciona, al menos hasta ahora. No sigo las recetas de los medios de comunicación: llenar con actividades, mirar series, llamar a cualquier persona para sentirme en compañía, no. Todo lo contrario, intento diferenciar entre las verdaderas ganas de las imposiciones sociales del hacer lo que sea, pero hacer. Considero que ese mecanismo también traerá conflictos tarde o temprano.
Aprovecho a pasar el tiempo mirando el techo, y he encontrado varias caras conocidas, figuras geométricas y diferentes tonos de blanco. Además aprovecho, a seguir mis estudios de abogacía a la distancia -regalo del covid-19-, escribo artículos, practico yoga, y tengo largar conversaciones con mi hijo Tomás, a quien extraño abrazar, mimo a mi gata, me río a la distancia con mi mamá -persona sabía si las hay-, me divierto con mi amor -Dada-, y despotrico, río y parloteo con mis amigos, así…
Qué puedo ofrecerles en esta pequeña entrega unas palabras de Fernando Pessoa, “La libertad es la posibilidad de aislamiento. Eres libre si puedes alejarte de los hombres, sin que te obligue a buscarlos la necesidad de dinero, o la necesidad gregaria, o el amor, o la gloria, o la curiosidad, que no pueden encontrar alimento en el silencio y la soledad. Si te resulta imposible vivir solo, has nacido esclavo. Puedes tener toda la grandeza de espíritu, toda la grandeza del alma: eres un esclavo noble o un siervo inteligente: no eres libre.”
Y sigo con la divertida tarea de analizar los discursos de nuestros representantes, las medidas que toman, y las que aún faltan… esto es covid-19 y sus estelas.